Los cautivadores ojos de Eric, reflejando las suaves mejillas rosadas y los vibrantes labios rojos de Ella, despertaron algo profundo dentro de él. Incapaz de resistirse, pellizcó suavemente sus labios y luego se inclinó para otro beso.
—No más... Estoy tan cansada —soltó un pequeño gemido Ella, sintiendo su cuerpo entero débil. Giró ligeramente la cabeza para evitar sus labios.
—Solo quería besarte. ¿En qué *estabas* pensando tú? —rió entre dientes Eric, pellizcándole ligeramente la barbilla y susurrando.
—¡Eric, eres un tonto! —golpeó juguetonamente su pecho Ella, y Eric instantáneamente pretendió estar dolorido.
—¡Ay! Eso duele! Reina, no puedes castigar a tu sirviente así. Si quieres castigarme, deberías… montarme encima en cambio! —exclamó Eric.
—¡Eric! De verdad no puedes decir nada decente, ¿verdad? —se sonrojó Ella y le dio la espalda, avergonzada.