Heimo nunca había sabido que el mercado por la noche podría ser tan hermoso. A pesar de las densas nubes que ocultaban la luz de la luna, el mercado estaba iluminado con miles de farolillos celestiales, llevando cada uno de sus deseos al Cielo. Un tentador olor a comida llenaba el aire, mezclándose con el bullicio de la multitud. La atmósfera cobraba vida con los sonidos de los niños correteando, mientras los adultos cercanos los miraban con una expresión cariñosa.
Por un instante, Heimo recordó al Tío y a la Tía. Ellos también eran así en aquel entonces, vigilando a sus tres hijos jugar. En aquel tiempo, Heimo acababa de entrar a la familia, todavía no estaba familiarizado con los amables extraños que lo acogieron, de ahí la restricción e inhibición en su actuar. Sin embargo, su Shijie le había traído un farolillo de papel y le entregó un pincel. —«¡Deberías escribir lo que deseas!» —dijo ella con una sonrisa amplia.