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Los dedos de Oliver recorrieron hasta las marcas visibles de dedos en sus caderas, de color púrpura. Eran aún más prominentes desde la espalda. Hizo coincidir la forma de las marcas de dedos del Alfa con su propia palma y se sonrojó aun más al apreciar la enorme diferencia de tamaño entre ellos. Se sentía pequeño en comparación con el Alfa, pero era una verdad innegable que Altair era grande; era un tamaño más grande que los bestiales normales en todas partes y Oliver se encontraba desarrollando otro fetiche por cómo se sentían sus amplias palmas cuando envolvían su delgada cintura. Era jodidamente caliente. También había un racimo de chupetones en su espalda, y múltiples marcas de dientes en la prominencia de su trasero. Oliver tomó un aliento tembloroso e intentó sacudir el pensamiento de su mente antes de que se excitara de nuevo. Suficiente sexo por hoy —se dijo a sí mismo—. Realmente moriría si el Alfa descubriera que se estaba calentando de nuevo.