La cena fue diferente a cualquier otra. Hugo había planeado comer con los guardaespaldas, pero preocupado por Zoren, se unió a la pareja para cenar. Cuánto deseaba no haberlo hecho, porque ahora estaba atrapado en este silencio.
—Terminé —anunció Penny mientras se limpiaba las comisuras de la boca—. Subiré primero.
Zoren la miró, observándola irse antes de poder decir algo. Sus labios se curvaron hacia abajo cuando se volvió hacia Hugo. En el momento en que sus ojos se encontraron, el rostro de Hugo se contrajo. En ese momento, Zoren parecía un cachorro indefenso, con ojos suplicantes por ayuda.
—Jaja... —Hugo extendió la mano hacia Zoren y le palmeó el hombro—. Todo va a estar bien, hermano.
—Ella nunca me deja solo, incluso después de su comida.
Hugo forzó una sonrisa, aunque solo reveló los sentimientos complicados en su corazón. —Mi mamá es así con mi papá también, pero oye, todavía están juntos.