Sin pensarlo dos veces, Mark escuchó su intuición y corrió de vuelta a la pensión. Aparte de la ética de trabajo que sus hombres le habían contado sobre ella, había una cosa que Ángel le había dicho a Mark muy en serio:
—Ella es muy aguda. Así que, no le mientas porque se dará cuenta.
Las palabras de Ángel se repetían en su mente como un disco rayado, y cuando Mark llegó a la pensión, lo que Ángel había dicho resultó ser cierto: Nathaniel ya no estaba allí.
Parado frente a la habitación donde Nathaniel había estado alojado, Mark sacó su teléfono y llamó a uno de los hombres.
—Ella está con ese tipo, Nathaniel —dijo con la respiración agitada, su corazón latiendo fuertemente—. Revisa las CCTV y ve si se escaparon. El resto puede seguir buscando.
—Ya estamos en eso —oh, la encontramos... —la persona al otro lado de la línea dejó de hablar.
Al notar el repentino silencio, la expresión de Mark se endureció.
—¿Qué pasa?