Esa noche, Charles convocó a sus hijos a la sala familiar. A pesar de que se avecinaba un partido de baloncesto en el que Hugo y Atlas iban a participar, quería darles la noticia lo antes posible. No quería que los mismos problemas que tuvieron antes volvieran a interponerse entre ellos solo porque retuvo información que los chicos probablemente querrían saber desde el comienzo.
—Atlas, Hugo, sé que están cansados, pero esto es importante —dijo Charles con severidad, observando cómo sus dos hijos mayores lo miraban con desgana. Sin embargo, Atlas parecía casi necesitar atención de emergencia por lo cansado que se veía.
Charles respiró hondo y lo soltó.
—Penny se va.
—¿Qué? —Atlas, a pesar de su aspecto desgastado y estresado, frunció el ceño—. Papá, ¿qué es esta vez?
—Hugo tampoco estaba contento.
—Papá, ¿por qué estás enviando a Penny lejos? Sea cual sea la mala noticia que escuchaste, no es cierta —dijo Hugo con evidente disgusto.