Todos anticipaban que Penny se sorprendería tanto que podría llorar lágrimas de alegría. Los meticulosos arreglos de planificación de Atlas eran impecables, y todos habían elegido regalos para ella con cuidado. A pesar de su tiempo limitado, lo habían logrado todo.
Entonces, todos estaban de buen humor y con grandes expectativas.
Pero en lugar de reaccionar con alegría, Penny se apartó de ellos. ¿Qué estaba pasando? ¿No estaba feliz? ¿O quizás estaba ocultando sus lágrimas?
Movida por la curiosidad familiar, el Mayordomo Jen la miró con el ceño fruncido. Penny le devolvió la mirada con una expresión vacía, el pecho le subía y bajaba como si estuviera hiperventilando. Su tez era pálida, como si hubiera visto un fantasma.
—Señorita Penny —El Mayordomo Jen se agachó frente a ella, preocupado—. ¿Estás bien?
Penny no respondió de inmediato mientras lo miraba con ojos muy abiertos.