La fuerza era muy ligera, casi inexistente.
Pero como un tirador que recorría el mundo, sus sentidos eran extremadamente agudos.
Incluso el más leve susurro del viento o la hierba, él podía detectarlo.
La espina dorsal del tirador se tensó en un instante, un sudor frío apareció en su frente, y su corazón se aceleró.
Pero al final, aún así giró la cabeza.
La luna creciente colgaba alta, con estrellas dispersas escasamente arriba.
La fría y tenue luz de la luna incidía sobre las facciones de la chica, añadiendo un toque de frialdad a su apariencia.
Incluso estaba usando pantuflas, su largo cabello suelto derramado sobre sus hombros.
Sus ojos de fénix estaban nublados, empañados con un vapor tenue.
Como si acabara de despertar.
Sin embargo, el corazón del tirador se detuvo abruptamente, porque vio lo que la chica sostenía en su mano derecha.
Un Desierto Águila.
Un rifle de caza.
Rara vez lo usaba, solo lo guardaba en su mochila.