La esbelta cintura de la mujer era acentuada por el vestido verde que llevaba puesto. Su rostro estaba adornado con una sonrisa, sus hermosos ojos desbordando calidez. Se acercaba hacia ellos con una gracia que parecía completamente natural en ella, dejando una impresión de lotos floreciendo con cada paso.
Tal belleza, tal porte, tal temperamento, obtenían elogios de todos los que la veían. Incluso Su Wenyue tenía que admitir que esta era realmente una joven dama de una familia noble, meticulosamente cultivada, con maneras dignas y elegantes, exudando un aire de distinción. Pero, por impecable que fuera, había cierta sensación de distancia en ella, ese leve sentimiento de irrealidad.