—Xiao Yeyang, no tienes idea de lo rápido que hice ir al carruaje solo para verte, casi me rebotan hasta la muerte —dijo Daohua, mientras caminaba hacia el patio delantero y hablaba con Xiao Yeyang.
Al oír esto, los labios de Xiao Yeyang se curvaron ligeramente. —Hace tanto calor hoy, ¿por qué no te quedaste en casa en lugar de ir al manor? Me hiciste esperar mucho tiempo.
—Bueno, no sabía que vendrías. Normalmente, estoy en casa. Por cierto, ¿no es tu casa en Pekín? ¿Por qué aún no has regresado? —Daohua.
La expresión de Xiao Yeyang se volvió ligeramente reservada. —No quiero regresar.
Daohua lo miró de reojo. —Entonces, ¿cómo terminaste en mi casa?
Xiao Yeyang miró a Daohua de lado y levantó una ceja. —¿Por qué, no me das la bienvenida?
—Te lo dije, estoy muy feliz de que hayas podido venir. La última vez que te vi, te fuiste antes de que pudiéramos intercambiar unas palabras. Esta vez deberíamos ponernos al día como es debido —sonrió Daohua.