Después de las recientes batallas, Ian se tomó un momento para recuperar el aliento y evaluar su situación. Había logrado reunir varios núcleos energéticos de las criaturas que había derrotado, y sabía que estos núcleos serían valiosos para su próximo objetivo. Sin perder tiempo, invocó al sistema y vendió los núcleos acumulados.
—Total: 40 mil puntos—anunció el sistema con su voz monótona.
Ian asintió, satisfecho con la cantidad obtenida. Aunque sabía que era tentador gastar todos los puntos de inmediato, había aprendido una valiosa lección en sus anteriores aventuras: nunca quedarse sin puntos. Tener una reserva de puntos era esencial para cualquier emergencia inesperada que pudiera surgir, especialmente en un lugar tan peligroso como el bosque en el que se encontraba.
—No puedo permitirme quedarme en cero—murmuró, recordando las veces en que la falta de recursos casi le había costado la vida.
Con su nuevo saldo en mente, accedió a la tienda del sistema y comenzó a buscar el veneno que había encontrado anteriormente. Sabía que este veneno era la clave para destruir el gigantesco panal de avispas que había descubierto, y no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad.
—Aquí está—dijo, seleccionando el veneno más potente disponible.
El veneno tenía un precio elevado de 30 mil puntos, una inversión considerable, pero necesaria para garantizar su seguridad y éxito en la misión que había decidido emprender. Tras realizar la compra, sintió un alivio momentáneo, sabiendo que ahora tenía las herramientas necesarias para enfrentar a las peligrosas avispas.
—Es hora de volver—pensó, decidido.
Ian se montó sobre su lobo, su fiel compañero de batalla, y comenzó el camino de regreso al lugar donde había encontrado el panal. La velocidad del lobo era impresionante, y el paisaje del bosque pasaba a toda velocidad a medida que se acercaban al área peligrosa.
A medida que se aproximaban, el ambiente volvió a volverse sombrío y silencioso. El mismo silencio inquietante que había notado antes se cernía sobre la zona, indicándole que estaban a punto de entrar en territorio enemigo. Las hojas crujían bajo las patas del lobo, y los sonidos del bosque se desvanecían, dejando solo un aire tenso y cargado.
Finalmente, llegaron al borde del claro donde el gigantesco panal de avispas colgaba de la montaña, imponente y amenazante. Ian bajó del lobo y se ocultó entre los árboles, observando cautelosamente la situación. Las avispas gigantes seguían revoloteando alrededor del panal, con sus enormes aguijones y alas zumbantes.
—Este veneno debe funcionar—pensó Ian, mientras sacaba el frasco que había comprado.
Sabía que no podía atacar directamente a las avispas; eran demasiadas y demasiado peligrosas. Pero con el veneno adecuado, podría envenenar el panal desde dentro y acabar con la colonia sin necesidad de una confrontación directa.
Ian empezó a planear su ataque con cuidado, sabiendo que un solo error podría ser fatal. Mientras acariciaba la melena de su lobo para calmarse, tomó un profundo respiro. La siguiente etapa de su plan estaba a punto de comenzar, y sabía que necesitaría cada gramo de su ingenio y habilidades para salir victorioso.
—Vamos a hacerlo—dijo en voz baja, y con una determinación férrea, comenzó a ejecutar su estrategia.
Ian observó el panal de avispas gigantes desde una distancia segura, evaluando cuidadosamente su próximo movimiento. Las avispas volaban en torno a su enorme panal, que colgaba de la montaña. Con el veneno ya en mano, Ian sabía que debía actuar con rapidez y precisión para maximizar su eficacia.
Decidió usar un enfoque más directo. Desde su posición oculta entre los árboles, Ian sacó el frasco con el veneno incoloro e inodoro. Con un rápido movimiento, lo arrojó contra la base del panal. El frasco se rompió al impactar, y el veneno se esparció por la estructura del panal. El líquido se filtró rápidamente en el panal, y las avispas comenzaron a investigar el área afectada.
A medida que el veneno se esparcía, las avispas se contaminaban y, sin saberlo, propagaban el veneno entre la colonia. Ian vio cómo el caos se desataba dentro del panal, con avispas enloqueciendo y comenzando a atacar a otras.
No perdió tiempo y, con una maniobra ágil, montó a su lobo y se alejó a toda velocidad del área. Sabía que debía mantenerse fuera del alcance de las avispas enfurecidas mientras el veneno hacía efecto. En su mente, planeaba regresar para evaluar los resultados.
Ian se dirigió a una zona segura, donde pasó unas horas preparándose y descansando. Aproximadamente ocho horas después, decidió que era el momento adecuado para regresar y comprobar cómo había funcionado el veneno.
Regresó al panal con cautela, manteniéndose en los alrededores para evitar ser detectado. Desde una distancia segura, observó el panal y notó que el veneno había comenzado a hacer su trabajo. Las avispas se movían de manera errática y parecían debilitadas. El panal había comenzado a mostrar signos de deterioro, y la actividad dentro de él era mucho más caótica que antes.
Satisfecho con los resultados, Ian se preparó para la siguiente fase de su plan. Sabía que el veneno tenía que haber debilitado significativamente a la colonia, y estaba listo para aprovechar la oportunidad cuando las avispas estuvieran en su punto más vulnerable.
Con el panal de avispas debilitado por el veneno, Ian se preparó para entrar en acción. Montado en su lobo y con el mono a su lado, se dirigió de nuevo hacia el panal, listo para enfrentar a las avispas debilitadas.
El primer enfrentamiento fue con unas pocas avispas que aún estaban en el perímetro del panal. Ian las atacó con su espada de fuego y viento, que emitía llamas y cortaba con gran precisión. Las avispas debilitadas por el veneno no ofrecieron mucha resistencia, y fueron derrotadas rápidamente. El lobo y el mono también jugaron un papel crucial en la batalla, ayudando a distraer y atacar a las avispas desde diferentes ángulos.
A medida que Ian avanzaba hacia el centro del panal, encontró un grupo más denso de avispas. Estas avispas estaban visiblemente agotadas y menos coordinadas debido al veneno. Aun así, mantenían un ataque feroz. Ian usó la Joya del Rey del Fuego para lanzar bolas de fuego, lo que le permitió despejar un camino a través del enjambre. El mono utilizó sus habilidades de control de tierra para crear muros que protegían a Ian y su lobo de los ataques de las avispas.
En un momento crítico, Ian vio a un grupo de avispas intentando formar una defensa alrededor del núcleo del panal. Con la ayuda de su lobo y el mono, se enfrentó a esta resistencia final. El lobo atacó ágilmente desde los flancos, mientras el mono lanzaba grandes fragmentos de tierra para crear confusión y mantener a las avispas a raya.
Finalmente, Ian y sus compañeros lograron despejar la mayoría de las avispas alrededor del núcleo del panal. Con las avispas debilitadas y dispersas, Ian se adentró más en el panal para recolectar los recursos que necesitaba. Observó el caos que había causado el veneno y se dio cuenta de que su estrategia había funcionado bien.
Mientras seguía avanzando por el panal, Ian se encontró con varias avispas restantes que aún tenían algo de resistencia, pero con el veneno en su sistema y su equipo bien preparado, estas fueron derrotadas sin mayor dificultad. Así, Ian continuó adentrándose en las profundidades del panal, dispuesto a aprovechar al máximo el debilitamiento de la colonia para recolectar todo lo que pudiera y enfrentar cualquier desafío que se le presentara.