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31.37% Ser inmortal (Libro 1) / Chapter 16: Capítulo 16

Kapitel 16: Capítulo 16

Dos semanas pasaron desde entonces y fui sorprendido en el colegio con los exámenes finales del segundo lapso, aunque por suerte estaba preparado para la mayoría de ellos. Además, eran los últimos días de clases, es decir, las vacaciones decembrinas estaban a la vuelta de la esquina y eso significaba pasar más tiempo con Eva y descansar de las desgastantes jornadas en el gimnasio junto a Manuel.

Debido a que eran mis primeras jornadas en el gimnasio, los dolores musculares me dificultaban mucho moverme como solía hacerlo. Incluso, durante esas dos semanas, no pude acompañar a Eva a la montaña, aunque esto no le molestó. De hecho, me dijo que pasar tiempo a solas en un lugar especial le sentaba bien.

Soportar el dolor muscular por poco me hizo desistir de seguir yendo al gimnasio, pero con la motivación de Manuel y papá, mantuve mi voluntad. Por otra parte, y lo que no me esperaba, era contar con el apoyo de alguien inesperado en el colegio, y todo comenzó una mañana de miércoles durante el receso.

Iba de camino al comedor para comprar mi desayuno cuando accidentalmente choqué con Sabrina Assunção.

Debido a que ella chocó contra mi pecho, área donde sentía más dolor por venir de una sesión de ejercicio intenso el día anterior, no pude evitar quejarme con un gruñido, aunque me disculpé enseguida.

—Disculpa, Sabrina… ¿Estás bien? —pregunté preocupado.

—¿Sabrina? —intervino una de sus amigas con desdén.

—¿Y este, desde cuándo te tiene tanta confianza? —inquirió otra de sus amigas.

—Ya, chicas, Fernández es un buen chico, ¿verdad? —me preguntó Sabrina.

—Bueno, no sabría cómo juzgarme a mí mismo, supongo que soy normal.

—¿Normal? Pues lo dudo. No eres más que un sombrío perdedor —comentó una de las chicas con desdén.

—Te acepto lo de perdedor… Pero te pido con todo respeto que te retractes sobre lo sombrío —repliqué.

—Ya, Fernández, no le hagas caso… Dime, ¿tú estás bien? Porque noté que te quejaste cuando chocamos —intervino Sabrina.

—Sí, estoy bien, gracias… Es solo que tengo el cuerpo estropeado por culpa del ejercicio —aclaré.

—¿Vas a un gimnasio? —preguntó Sabrina con interés.

—En contra de mi voluntad, pero sí —respondí.

—¡Genial! ¿Hace cuánto? —insistió.

—Hace unos días.

En ese instante, Sabrina giró hacia sus amigas y murmuró unas palabras que no pude escuchar, pero a juzgar por sus expresiones, supe que no les gustaba la propuesta de la capitana del equipo femenino de voleibol.

—No te acostumbres a pasar tiempo con ese perdedor, hay mejores prospectos que eso —dijo con desprecio una de sus amigas antes de dejarnos a solas.

Sabrina frunció el ceño y la fulminó con la mirada, razón por la cual las chicas apuraron sus pasos.

—Lamento que te insulten de esa manera —dijo avergonzada.

—No te preocupes, no me afecta —respondí.

—¿Vas al comedor? —preguntó.

—Sí, a comprar el desayuno.

—En ese caso, perderás tu tiempo… Ya se agotó todo, venimos de allá. De hecho, es posible que mis amigas anden de mal humor por el hambre que tienen.

—Lástima, tendré que salir a la panadería entonces.

—Buena idea, te acompaño.

—¿Segura? ¿No es raro que la capitana esté acompañando a un perdedor?

—No eres un perdedor, te considero un buen chico.

—Aprecio que lo menciones… En ese caso, será un honor que me acompañes.

Nos dirigimos a la panadería más cercana al colegio, que se encontraba a dos cuadras, y nos sumimos en una grata conversación; no me esperaba pasarla tan bien con una chica que idealicé de forma errónea.

De regreso al colegio, fuimos a las gradas del campo de fútbol y degustamos nuestro desayuno a gusto mientras esperábamos el reinicio de las clases. Admito que Sabrina me resultó una caja de sorpresas; era una chica increíble, amable y simpática.

—Oye, Paúl… ¿Puedo llamarte por tu nombre? —preguntó.

—Ya lo hiciste —respondí.

—Cierto —musitó, dejando escapar una tierna risa, apenas audible.

Me resultó extraño notar a una Sabrina avergonzada, aunque fue fácil deducir la razón de ese repentino interés en mí, misma que ocultó con una propuesta deportiva.

—¿Sabes? El club masculino de voleibol necesita nuevos miembros para completar el equipo que competirá en los juegos colegiales…

—Lo siento, pero no estoy interesado.

—Pero las prácticas son con las chicas, es divertido cuando hacemos competencias… Además, te estás volviendo un chico atlético y sé que serás más alto si practicas este deporte.

—Aprecio el ofrecimiento, pero paso… De hecho, te haré una propuesta a ti, intuyendo que sé lo que realmente quieres, y perdóname la arrogancia.

Sabrina se asombró con mis palabras, incluso se sonrojó y desvió la mirada.

—Tengo mucho tiempo libre en el colegio cuando no estoy en clases, y normalmente puedes encontrarme en las áreas verdes, en las bancas de mármol. Para mí sería un placer disfrutar de tu compañía.

Una vez más, Sabrina se asombró con mis palabras, se sonrojó y desvió la mirada.

—¿Sabías que habrá un concurso de talento a fin de mes? —preguntó de repente, evidentemente intentando cambiar el tema de conversación.

—No, no lo sabía —respondí.

—Pues, sí, lo habrá.

—Es una lástima, porque no tengo ningún talento para participar.

—Bueno, pero los familiares de los estudiantes también pueden participar.

Cuando mencionó eso, la imagen de Eva se apareció de inmediato en mi mente y, por alguna razón, tuve la certeza de que ganaría el concurso si se animaba a participar. El detalle era saber si estaba dispuesta a hacerlo, por lo que desde ese mismo momento empecé a sentirme ansioso por querer llegar a casa.

—Gracias por darme esa noticia, Sabrina —fue lo único que dije antes de irme.

Sabrina no me respondió, solo se levantó y siguió mis pasos hasta que nos separamos para ir a nuestros respectivos salones de clases. Me sentí un poco aliviado por ello, y no porque me molestase su presencia, sino que me costaba mucho fingir serenidad ante una chica tan hermosa.

Sin embargo, y considerando que estaba fuera de mi alcance, preferí no cruzar el límite de esa repentina amistad, aun sabiendo de su interés en mí. Por ende, dejé que las cosas fluyesen con el tiempo.

Lo único que mantuvo mi mente distraída por el resto de ese día, fue pensar en la manera de convencer a Eva para que participase en el concurso de talento, pues era una buena forma de dar a conocer su potencial como cantante.

 


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