—Alejandro, ¿tienes idea de cuánto me duele tener que recurrir a ti para que seas la solución a mis problemas? Solo te estoy pidiendo que aproveches ahora los sentimientos que la princesa tiene por ti para que nuestro regreso al palacio sea bueno. Las cartas del rey están llenas de ira. Debo calmar su ira con buenas noticias —dijo Ricardo.
¿Qué buenas noticias podrían traer cuando no estaban en guerra? Se les aconsejaba ser amables con sus invitados. Los mismos invitados aquí por el rey.
—He hecho mucho por ti. No cuestioné por qué dos jóvenes estaban solos, nunca hablaban de familia y se unieron tan rápidamente al ejército. Hice lo que pude para que tu rango fuera elevado a capitán. Ahora, ¿no es hora de que hagas algo por mí a cambio? —preguntó Ricardo, echándose hacia atrás en su asiento.