Las ojeras comenzaban a hacer lo suyo, no estaba acostumbrado a estar despierto hasta tan tarde. Pude advertirme en el espejo retrovisor. Mis ojos se miraban igual de cansado que mi cuerpo, me sentía extraño, como si aun tuviera energía, pero sin ser controlada por mí.
El reloj del vehículo marcaba las 6:29 A.M. Seguía algo oscuro, pero la luz ya se manifestaba. Era una buena hora para llegar, a la casa de mis abuelos y dormir lo máximo que pueda… O eso pretendía. Detuve el vehículo en seco. Mi mente incapaz de asemejar, observó el portón abierto.
¿Yo lo dejé abierto? No, alguien está dentro.
Quizá es mi imaginación. Con demora y el corazón en las manos, intenté encontrar la verdad. La posibilidad de que me haya equivocado al cerrar desapareció cuando vi que la cadena de repuesto estaba cortada.
Mis manos se aferraron al volante. ¿Qué debía hacer en esta situación? Quería dar media vuelta y huir, pero ya estaba ahí. Tampoco quería morir. ¿Qué debo hacer?
Busque de inmediato la navaja, una vez en mi mano, surgieron nuevas preguntas: ¿Qué voy a hacer con esto? ¿Y si llamo a la policía? ¿Qué sucede si alguien adentro tiene arma? ¡Basta! Decidido apenas me quité el cinturón y me despegué del vehículo, si no fuera por el sueño, probablemente no habría sido capaz.
Revisé la entrada con cuidado de que nadie me viera. ¿Eran ellos de nuevo? Mis manos temblaban y mi piel se erizó al acercarme al umbral. El corazón se me aceleraba con cada paso al traspasar la reja.
Debería huir.
Pero, ¿por qué sigo caminando?
Quiero huir.
Puede que no haya nadie.
Tengo que huir.
Apenas me acerqué a la habitación de mis abuelos que tenía la ventana abierta, se escucharon voces dentro.
Ese horror vivido.
¡¡Necesito huir!!
Mis manos comenzaron a temblar. Un extraño impulso me atraía.
¡¡¡No quiero morir!!!
Me volví incapaz de escuchar algo. Cerré los ojos rogando por ayuda, cuando escuché las voces cambiar de sitio.
Mierda, vienen hacia mí.
No me sentía preparado, era demasiado súbito. Me aferré a la navaja y a la pared que me separaba del espacio en el que estaban, la puerta estaba abierta así que apenas pasaran los atacaría.
Mi corazón dio un vuelco cuando escuché que los sujetos subieron al segundo piso. Intenté retener mi respiración y con pasos delicados continué avanzando. Terminé pasando las escaleras y me oculté en la habitación a un lado del baño, esta no tenía puerta. Sentí un pequeño remezón en mi cuerpo. Traté de aguantar la respiración para escuchar lo que discutían, los latidos no me dejaban entender nada.
¡Huye!
No quiero continuar huyendo. Aseguré la navaja ya abierta. Antes de que volvieran, me acerqué a la cocina y tomé lo primero que encontré para ayudar mi ataque, unos vasos de vidrio. Observando que no aparecieran por las escaleras, intente sujetar el vaso, pero mi mano no lo alcanzó y terminó golpeándolo. Esté se dio vuelta. Apenas intente alcanzarlo para que no caiga, lo golpeé sin intención, terminó cayendo al suelo rompiéndose. El piso quedo esparcido con pequeños trozos de vidrios. El ruido ante tanto silencio, me mandó a huir de inmediato. Me volví a la habitación e intentando recuperar mis sentidos, me maldecía apoyado contra la pared. Apenas escuché los pasos de los dos sujetos, intenté digerir lo que estaba pasando y me concentré lo máximo posible.
—¿¡Qué sucedió!? —preguntó uno de los sujetos. Tenía una voz reconocible, lo he escuchado antes, no estaba seguro, pero tampoco lo negaba. Esto solo me inquietó.
—Se cayó un vaso —contestó el otro. Tenía un acento extraño.
—¿Había un vaso cuando llegamos?
—No lo sé. Esto me está dando muy mala espina.
—¿Crees en los fantasmas?
—¿Tu no? Justo sucedió cuando abrimos esa habitación.
—¿Qué dices? No seas incoherente.
Mi puño se apretaba con cada palabra. Mi respiración lo acompañaba. La sala de la que hablaban era donde dejé las pertenencias de mi familia.
—Seguramente sus espíritus están enojados —dijo el del acento. Parecía que sus pulmones no le ayudaban a hablar.
—¡Que importa! Tenemos que terminar lo que vinimos a hacer.
Sus palabras me irritaban. Pensé que podían estar por curiosidad, esa posibilidad se acababa de descartar.
—Bien, entonces apresurémonos. Iré a ver arriba, avísame si algo sucede —se escapó el de acento.
Viendo que solo eran dos personas, decidí lanzarme apenas uno de ellos subió. Cuando el que se quedó estaba viendo los trozos de vidrio en el piso me aproximé por su espalda.
—Crees que…
Pensando que era su compañero al escuchar mis pasos, aproveché la oportunidad. Con el brazo diestro, lo sujeté del cuello, tirándolo hacia atrás. Antes de que pudiera hacer fuerza, la mano con el cuchillo, pasó bajo su brazo y se sobrepuso en su hombro. Dejando el cuchillo tocando su cuello con el filo. Mi pie chocó con un trozo de vidrio. Para que no pudiera escapar, con el brazo que lo agarraba del cuello, sujeté la muñeca de la mano que sostenía el cuchillo.
Estaba demasiado tranquilo para acabar de ser agarrado de esa forma.
—¿¡Quién eres!? —exigí respuesta.
Trató de moverse para revisar cuál era su estado. Al sentir la cuchilla fría en su garganta se quedó quieto.
—¿¡Qué mierda buscan!? —le acerqué el filo.
No respondía. Le sujeté con mayor fuerza. Considerando su situación y mi acción, creyó que lo mejor no era hablar. No era alguien normal. Esta no era su primera vez en una amenaza de muerte.
—¡¡¡Responde!!! —comencé a desesperar.
—¿¡Qué sucede!?
El sujeto que subió al segundo piso, no tardó en llegar frente nosotros y ver lo que sucedía. Cuando lo encontré con la mirada, lo reconocí, era el policía que mi madre llamó ese día. En contadas ocasiones tuve la oportunidad de verlo, principalmente durante juntas y reuniones, donde su distintiva cabellera rubia y ojos claros destacaban. Mi hermana solía referirse a él como un estereotipo estadounidense. Su nombre era John.
Era capaz de reconocerlo, pero, ¿qué hacía aquí?
—Por… —intente buscar respuesta.
Al ver que mi fuerza en el cuello se debilitó y la navaja se alejó gradualmente de su garganta, la victima me golpeó la costilla con el codo a gran potencia. Al alcanzar una de mis heridas, me retorcí con intensidad. Su mano agarró la cuchilla por el filo; no le importó cortarse, aprovechando la oportunidad, mandó a volar el cuchillo. Me sujetó del mismo brazo con el que lo amenazaba y sin darme tiempo para reaccionar, dio un paso cruzado al lado contrario para luego con fuerza darme vuelta en el aire. Caí al suelo y de inmediato arremetió contra mí, dejándome el brazo en la espalda. El golpe no fue suave. Estaba seguro que dejaría un moretón, un gran dolor surgió de mi cien que estaba pegada al piso. Justo en frente mío un trozo de vidrio apareció a centímetros de mis ojos. Antes de siquiera intentar salir, su mano me atropelló la cabeza.
—¡Espera! —atinó a exclamar el estadounidense.
Al escucharlo bajó un poco mi brazo. No lo suficiente, asegurando que no pueda moverme.
—¡Joder! ¡Suéltalo! Esta sangrando —enfureció el rubio.
—No le hice nada.
—¡Suéltalo! ¡Es el chico de la familia!
—¿Qué?
Al escuchar las palabras, la figura me liberó el brazo y con una posición temeraria se alejó para observarme bien. Con el dolor del golpe y el brazo con la herida abierta me volteé a medias. Apoyándome en la isla para no caer.
—Mierda. Eres tú —digirió.
Yo también lo reconocí. Era uno de los policías que se presentó la noche que asesiné a los ladrones que entraron a la casa, el más joven. Con ropa de calle se veía distinto. Llevaba una chaqueta que lo hacía ver más delgado y frágil de lo que era. Asegurando que, por lo sucedido, tiene una fuerza que no esperaba. Su mano también estaba sangrando. Al ver que dirigí mi mirada a esta, se percató de su existencia.
—No te preocupes por esto —se aseguró de inmediato. La presionó volviendo a observarme de pies a cabeza—. Pido disculpas por mi rudeza.
—No hay mucho problema —dije entre dientes.
Sí que lo era. Tenía muchas dudas, estaba ansioso. Esto no me gustaba, agregando que mi herida comenzó a sangrar. Nada estaba bien.
—Tenemos que tratar esa herida —comentó.
—Yo lo haré —dije evitando cualquier tacto de ese tipo.
—Déjame ayudarte. Es lo menos que puedo hacer —insistió.
—Tu igual deberías cuidar de tu herida —intenté echarle en cara.
—No te preocupes por esto. Estaba consciente de lo que hice, no es un gran corte.
Se notaba confianza en sus palabras, como si no hubiera sido su primera vez sujetando un cuchillo de esa manera, aterrador.
—Por favor siéntate. Necesitamos preguntarte algunas cosas.
Atendí las palabras del policía que me visitó la noche que desperté. Me senté en el sillón grande, dejando a ellos en los dos individuales.
—Absalon Florentino Salieri Vitale. Dieciséis años, nacido el 1 de agosto de 2009. Nacionalidad chilena. Madre Italiana; Padre Chileno.
¿Debería estar sorprendido? No lo estaba. Incluso, era de esperar que en algún momento se dieran cuentas de que mentí. Me giré hacia la pileta como si buscara una salida.
—Antes que nada. Dime, ¿Por qué nos mentiste en la madrugada del día martes 1 de abril?
—No sé de qué habla.
No tenía intenciones de tratarlo como a un policía mientras no tuviera su traje. Intenté ser claro con eso.
—Ese día martes en la madrugada a las 4:24 A.M recibimos una llamada. ¿Recuerdas sobre qué?
—No recuerdo muy bien. Estaba cansado, incluso lo confundí con un sueño, veo que no lo era —respondí sarcástico.
—Bueno. El tema es que ese día, fue reportado unos disparos de un arma de fuego, por los vecinos. Como presenciaste, en ese momento no pudimos entrar a la casa ya que no precisábamos del permiso. No le tomamos mayor atención al asunto, ya que la llamada se realizó en anonimato, bajando la credibilidad del reporte. Aun así, mi compañero decidió investigar y consiguió la orden. También te investigó. Y sucedió que encontramos dos cosas que no encajaron con tu declaración. ¿Cuál quieres que te rememore primero?
Sabía a lo que iba una de las acusaciones y lo otra podía suponerla, sus intenciones se iban aclarando.
—Me da igual.
—Bueno. Si es tan así. Comencemos por el hecho de que el día Viernes 28.
Una espina se clavó en mi cuello.
—Ese día, cerca de las 5:15 P.M el señor John —refirió al estadounidense, quien bajó la cabeza disculpándose—. Recibió una llamada, de tu madre. Poco después se encontraron seis personas asesinadas. El de la emisora, Alessandra Vitale;
Mis dientes se presionaron.
—Cercana a ella, Tamar Salieri Vitale;
Mi mirada se clavó en la suya.
—Dentro de esta casa, tu padre Sergio Salieri, fue encontrado muerto.
¡¡Detente!!
—Cercano a él, en un charco de sangre, Naim Salieri Vitale fue muerto. Al igual que los dueños de la casa, madre y padre de…
Me levanté para golpearlo en la cara. Al mismo tiempo él se levantó, acompañado del estadounidense.
—Detente. Esto no te llevará a nada —lo retuvo John hacia atrás.
—¿¡Qué mierda quieres!? —le grité ofuscado. Mi respiración estaba intranquila, quería golpearlo. Quería borrarle la cara.
—Tienes razón. Puede que me haya sobrepasado.
—¿Puede?
Quedé completamente ignorado. Los dos se volvieron a sentar, yo me mantuve.
—Supongo sabes a lo que quiero llegar ahora —se acomodó la ropa.
—Claro que no. No tengo ni puta idea.
—Ese día, ¿por qué nos mentiste?
Su pregunta estaba afirmando. ¿Qué debería decir?
Decidí crear mi propia verdad. Me tiré al blando colchón, como si me hubiera rendido.
—No sé cuál fue el sentido de todo. Si querías saber…
—No evites mi pregunta.
—Bien, bien. Fue por… —dudé si responder, para darle credibilidad—. Drogas.
—¡Otra vez! No quiero mentiras.
—¡No lo es! —exclamé de inmediato—. No me refiero a cualquier droga.
—¿Hablas de alguna droga en específico?
—Soy menor de edad, incluso si fueran legales para algunos, yo no pertenezco a ellos. Sin embargo, tenía del otro tipo.
—¿Hablas de que tenías drogas no reguladas?
—Sí, algo así. Luego de comprender que en realidad mi familia, ya no estaba, era, mi única escapatoria —dije mientras miraba el suelo de manera que pareciera culpable—. Aun así, sigo sin entender cuál era el punto…
—No creeré todo lo que digas tan fácilmente, tenlo claro. Sobre lo otro, quería asegurarme que supieras que no soy tu aliado ni nada similar —interrumpió.
—¿No querías respuestas sinceras?
—Aunque te hagas amigo de un mentiroso, este no te dirá la verdad por amistad.
—¿Alguien siquiera lo hace?
—Sabes que no es a lo que me refiero.
—Bueno, lo que digas. Siguen sin darme a entender el sentido de que ustedes, estén acá —alcancé a terminar.
—Buscábamos indicios de que tu abuelo estuviera conectado con la industria del mercado negro de drogas.
—Que jodida broma más mala.
—¿Dices que no sabes nada de drogas? Raro.
—¿Mi abuelo? ¿Eres imbécil? Como puedes decir eso de alguien que está muerto.
—Escúchame claro chico. Dije que no tenía intenciones de ser tu amigo, ni menos. Así que si me vuelves a hablar en ese tono te golpearé.
—¡Inténtalo imbécil! —le provoqué gustoso de su ira.
—¡Dios! ¿¡Pueden calmarse!? —reclamó a toda voz el estadounidense—. Mira chico, será mejor que seas respetuoso. Y tú, Balder, es un chico, trata de bajar tu tono.
—Tienes razón, puede que me haya sobrepasado.
Otra vez una disculpa sin resentimiento.
El teléfono sobre la mesa vibró, enviando toda nuestra atención a este.
—¡Llegó! —dijo al observar de quien era el mensaje.
Le hizo una señal. Como si yo no fuera parte de la reunión
—Bien. Vamos a recibirla.
—¿De quién hablan? —quise comprender.
Los dos me ignoraron y se levantaron. Me quedé un rato desconcertado sin mirar a ningún lado en específico.
—¡Esperen! ¡Mi casa no es una maldita sala de reuniones!
Los dos policías salieron del interior de la casa, los seguí.
—¡Joder! ¿¡Quién más viene ahora!? —hablé casi para mí mismo
A unos pasos de la entrada decidí detenerme. De un jeep negro apareció una chica con lentes oscuros.
—Buenos días Esmeralda.
—Buenos días.
Se sincronizaron los policías.
La mujer tenía el pelo negro, alisado, con una abertura que a ambos lados que le dejaban ver con claridad. Se volvía algo desordenado cuando se encontraba con los hombros y caían hasta su espalda baja. Vestía con una polera blanca con cuello alto, pegada al cuerpo, la hacía lucir más joven de lo que era. Un pantalón gris oscuro elegante sujetados por un cinturón negro, unos tacones negros no muy altos que la hacían ver casi de mi porte, era alta. Y un blazer beich que le llegaba hasta la parte media del muslo.
—Buenos días Balder, buenos días John. Díganme, ¿Cómo les va? —habló con una voz una voz demasiado amable, sin ser suficiente para evadir su actitud altiva.
—Más o menos. Llegamos poco antes que tú. No examinamos más allá de lo extraordinario.
—Ya veo. Y el chico —dijo fijándose de la presencia detrás de ambos policías—. ¿Es su hijo?
—No. Él es Absalon, el hermano de…
—El chico que sobrevivió al asalto —interrumpió el tal Balder a John.
—Absalon… —repitió mi nombre acercándose.
No podía ver sus ojos por sus lentes oscuros. Su boca, pintada de un rosa que resaltaba su color natural, produjo un índice de tristeza, de enojo y de piedad. Una vez lo suficientemente cerca, se quitó las gafas. Ocultaba unos ojos claros verdes como nunca antes vi.
—¿Absalon verdad? —habló como si fuera ensayado. Estaba inconsciente.
—Sí… ¿Y usted? —intenté no parecer tan imbécil.
—Yo soy esmeralda. Yo… —tragó saliva con cuidado. Pensé que iba a llorar. Sus ojos transmitan varios sentimientos que tenían que liberarse. Terminaron cambiando en un súbito suspiro. Se volvieron fríos—. Era compañera de trabajo de Naim.
La nueva noticia me golpeó el pectoral. Sí bien, no teníamos nada de conocidos y nunca nos habíamos visto, una extraña empatía nos comunicaba.
—Usted, ¿trabajaba con mi hermano?
Recordé su imagen, feliz, como si me dijera quien era ella en realidad.
—Puedes tratarme de tú, no creo que me vea muy vieja.
Su mirada volvió a cambiar.
—No, disculpe. Es solo que nunca antes la había visto… Perdón, nunca te había visto.
Por muy joven que fuera yo seguía teniendo dieciséis años. Y tenía que mostrar algún tipo de respeto a mis mayores, al menos eso trataría.
—Entiendo. Sabía que Naim no les contó de mí, así que no me sorprende.
—Usted… Tú, ¿qué eras de Naim?
—Ya lo dije, su compañera de trabajo.
—Lo siento, pero me refería a…
Sus ojos heridos se endurecieron y se sincronizaron a sus palabras
—Bueno. Si se podría decir que teníamos una relación cercana.
—Ya veo. Perdón que te pregunte, pero ¿de casualidad sabes por qué Naim no nos contó?
—Puedo suponerlo. Debió ser porque lo nuestro nunca fue seguro. Nunca lo confirmamos o algo por el estilo. Nos queríamos, pero los dos estábamos de acuerdo de que no era el momento. Además, que el trabajo nos quitaba demasiado tiempo y dedicación como para pensar en ello durante.
—Comprendo.
—¿Cuántos años tienes por cierto?
—Dieciséis.
—Tal como dijo. No pareces de tu edad.
—No creo que Naim haya dicho eso sinceramente.
—Lo decía, siempre. Decía que eres mucho más maduro de lo que aparentas y que tienes una gran forma de pensar. Pero, que no te gustaba mostrar.
—No es tan así.
—Yo lo veo exactamente como Naim —se me acercó.
Sus ojos quedaron a pocos centímetros de los míos. Me alejé un poco y cambié la dinámica del tema.
—¿Puedo preguntarle otra cosa?
—Claro.
—¿Por qué están acá?
Tomó distancia. Se sostuvo el mentón, pensando en lo que estaba por decir.
—Ya te lo dije niño. Estamos buscando un indicio de que tu abuelo tuviera estrecho contacto con el traspaso de drogas ilícitas.
El policía Balder respondió ante la duda. A pesar de que su irritante voz afirmó algo que no quería escuchar, preferí asimilar el golpe. Me dirigí a Esmeralda para que me diera su confirmación.
—Bueno. Hay algo de cierto en eso. No es como si tu abuelo hubiera vendido drogas ilegales como un camello, más bien, es por su relación cercana con involucrados de un cartel.
Bien puede que no esté involucrado con las drogas ilegales, puede que esté conectado con gente que sí. Comprendí eso, sin embargo, aún quedaban muchas dudas.
—¿De qué manera estaría involucrado? —preferí indagar.
Esmeralda miró hacia atrás buscando apoyo o puede que fuera para confirmar si policía Balder iba a interrumpir. Al ver que nadie respondió, habló ella misma.
—El nombre de tu abuelo, ha aparecido en varios casos vinculados por el traspaso ilegal de drogas, contrabando de otras cosas y nuestra sospecha está involucrada a la importante aparición que tuvo en un caso hace no mucho. Si bien no todas lo involucran de mala manera, hay algunos datos que no comprendemos del todo. Por eso, aunque no sea lo mejor, buscamos pistas que pudimos haber saltado, esta vez solo con personas de confianza.
—Es decir que quieren voltear la casa.
—Exacto. Es mi deber profesional y personal es ver quiénes fueron los involucrados, sin discriminar ni favorecer a nadie. Es por eso, que pido, que nos dejes ver la casa sin reservas.
—Está bien. No tengo inconvenientes.
Tampoco es que pudiera negarme. Ella lo sabía, solo me lo pidió por cortesía. Entendía el hecho de que ella pidiera buscar en la casa, lo que no comprendía la situación de los otros dos. Al girarme a observarlos, el policía Balder logró ver a través de mi curiosidad.
—No pienses que estoy acá por gusto.
—¿Entonces?
Su cara se endureció. Respiró con profundidad dejando un silencio, al exhalar se calmó.
—El miércoles en la noche mi compañero de cuadrante fue asesinado… —presionó los dientes a tal nivel que creí escucharlos chillar. Esperé que se tomara su tiempo—. El supuesto homicida llevaba la misma arma con la que ocurrió el accidente en el que te viste involucrado. Ese día me tocó mañana y a él de noche, su compañero de turno; un novato, también fue asesinado por un disparo en la sien cuando entraron a la casa de tus padres, por un aviso de posible robo.
Sentí un escalofrió. No podía ser el mismo sujeto, ¿verdad? ¿Por qué tendría que estar ahí? Tenía que ser una coincidencia lo del arma. Quizás eran distintas, pero usaban la misma munición. ¿No? Si no, ¿por qué estaría en mi casa? ¿Me busca? ¿Significa que me quiere encontrar?
Mi desesperación se hacía evidente. Mis manos comenzaron a temblar y un frío que recorrió mi espalda me volvieron inseguro.
Debía ser coincidencia.
No estoy seguro si lo dije en voz alta o simplemente lo pensé, pero la respuesta llegó enseguida.
—Las balas que se encontraron en los cuerpos eran de la misma arma del accidente. Es demasiado poco común en el país por la perforación de los proyectiles. Incluso es complicada de conseguir entre los altos mandos autorizados por esas mismas razones. Aunque pueda ser una coincidencia entre los casos, la probabilidad es casi nula —Esmeralda me dio su razonamiento.
A pesar de que era de la PDI, también se podía equivocar. Sin embargo, sus ojos tenían una seguridad enorme. Estaban resentidos, al igual que los del policía Balder. Sentí un tipo de compasión, era seguro que ellos también lo sintieron. Estábamos en la misma situación, todos queríamos algún tipo de justicia.
Por un momento olvidé al estadounidense. Su presencia casi nula siempre tuvo un pesar de dolor y pena, conocía desde un buen tiempo a mi familia. En especial a mi padre y mi hermano en sus gustos por la pesca y caza. El ambiente se volvió menos pesado y se sintió agradable. De alguna manera sentía que podía confiar en las personas que tenía enfrente. Sin conocerlos por completo ni saber sus verdaderos pensamientos.
Lo que siguió fue una búsqueda del tesoro. En donde dieron vuelta cada objeto de la casa. La mayoría de muebles quedaron en el patio. La casa fue desmantelada. No quedaron ni las camas dentro de la casa. Abrieron los colchones, sabanas, ropa y almohadas. Sacaron las tablas de los muebles en busca de algún segundo fondo. Revisaron por dentro y por fuera todo tipo de cosas. Incluso revisaron en el gimnasio. Ahí dejé que vieran lo superficial, pues no quería romper los sacos de boxeo.
—Supongo todo eso que acaban de romper se me compensara.
—¿Por qué habría que hacerlo? —comentó Balder en tono burlesco.
—Porque son mis cosas. Aquí es donde vivo ahora.
—Lo siento chico, esto no es tuyo, nada de lo que está acá lo es. Puede que algo te toque, pero hasta entonces nada aquí te corresponde. El reparto de las propiedades de tu abuelo se está haciendo una realidad por lo que tengo entendido.
—¿A qué te refieres?
—Se refiere a que los familiares de tu abuelo, reclaman parte de su fortuna por herencia —habló John luego de estar un buen rato en silencio.
—¿Pueden hacer eso? —consulté sabiendo la respuesta.
—Claro que sí. Incluso lo hacen desde afuera del país.
—¿¡Eso se puede!?
Es verdad que conocía lo de que la herencia podía suceder, pero hasta el momento no percibí la gravedad de mi situación.
—Así es. Solo necesitan llamar un abogado y parte de la gran fortuna que tenía tu abuelo les será repartida. Incluso tú tienes derecho a parte de ella, pero créeme, la casa ya no es tuya. Será mejor que busques otro lugar para dormir.
—Si quieres puedes quedarte a vivir conmigo.
Mientras revisaba un mueble Esmeralda propuso tal idea. Era una opción favorable, pero no era lo que yo prefería.
—No lo sé, no creo que…
—Está bien. Casi nunca paso en casa, solo llego a dormir. Así que estaría bien por mí, incluso puede que sea favorable para ambos.
—Si no te molesta, no veo problema. Aun así, creo que me quedaré acá lo que máximo que se me permita.
—Si es lo que prefieres, no tengo inconveniente. En cualquier momento que quieras, solo tienes que llegar a mi departamento. No es necesario que seas reservado ni nada. Puedes pensar que es tu propia casa. En un rato me aseguraré de darte la dirección.
—Creo que deberías aceptar chico, lo más probable es que dentro de esta semana vengan encargarse de liquidar los bienes para que un juez partidor los distribuya —predijo el policía Balder.
Tenía varias dudas sobre el sistema legal y su funcionamiento. Aun así, no podía dejarlo así, pues yo era el más involucrado. Los problemas legales finalmente comenzaron a hacerse realidad. Si no los comprendía del todo, lo mejor será espera y consultar con el señor Philip apenas pueda.
—Encontré una caja fuerte —dijo John, quien mostraba la misma caja que tomé en algún momento con mis manos.
—Tráela.
A orden de Esmeralda, se acercó con la pesada caja fuerte. La sostuvo buen rato en sus manos antes de dejarla sobre la mesa.
—Supongo no sabes la contraseña —me observó con cuidado.
—Lo lamento, ya intenté abrirla.
No tenía razones para ocultarlo.
—Ya veo. Me la llevaré conmigo. Para abrirla y revisar si tiene algo de nuestro interés.
Siguieron revisando sin encontrar nada.
—¿Sabes la contraseña? —preguntó John esta vez refiriéndose a la computadora portátil.
—Solo pulsa enter.
Lo hizo y al ver que inició quedó algo desconcertado.
—Mi abuelo no era muy complicado.
—O eso quería parecer —interfirió Balder.
Aunque sus palabras me provocaron, preferí hacer como que no escuché.
—Lo lamento, pero no encontré nada —terminó rindiéndose el estadounidense.
—Es normal. En el extraño caso de que el abuelo de Absalón hubiera estado involucrado en ese tipo de mercado. Se habría asegurado de borrar todo indicio. Al menos eso haría alguien lo suficientemente cuerdo —infirió Esmeralda ante los suspiros de John.
Sus palabras eran incisivas, como una lengua afilada. Se notaba que había experimentado más que la mayoría, vivencias desagradables que endurecieron su manera de pensar.
—Es hora de que nos vayamos. Tengo que irme al trabajo.
Era pasado medio día. Estuvimos todo es tiempo sin descansar. Ninguno había almorzado, yo tampoco alcancé, solo bebí algo de té mientras me destrozaban la casa. No deseaba comer, por nauseas.
—Está bien. Ustedes pueden irse. Yo me quedaré a ordenar —prefirió Esmeralda.
—Okey. No te detendré.
Balder y el estadounidense se marcharon. Dejándome a mí y a Esmeralda devolviendo todas las cosas a su lugar. Sinceramente no sé qué hubiera hecho sin su ayuda. Es probable que me lamentara por haber aceptado la búsqueda y me hubiera frustrado por tener que ordenar todo solo.
—¿Puedo preguntarte algo un poco complejo?
Traté de iniciar la conversación.
—No veo problema.
—¿Cómo reaccionaste cuando escuchaste que Naim murió?
Se tomó un tiempo antes de responder, era lo obvio. Lo terminó afrontando antes de lo que creía.
—En un principio, no parecía real. Apenas asumí la información que había recibido, experimenté una oleada de emociones. Dentro de mí, una avalancha de sentimientos comenzó a aplastarme. Aun así, seguí trabajando, intentando no pensarlo, pues no era primera vez que recibía ese tipo de malas noticias. De todos modos, no pasó demasiado antes de que me sintiera mal. Fui al baño por las náuseas. Me encerré y me quedé un buen rato lamentándome en el baño. Finalmente, mi superior se enteró y me mandó a casa. Lo demás te lo puedes imaginar. No fue nada agradable cuando me enteré —respondió sin recelo.
—Ya veo. Lamento recordarte algo tan deprimente.
—Pienso en eso todo el tiempo, no es algo extraño ni enervante para mí. Es más, la que debería disculparse soy yo.
—Gracias. Puede ser un poco cruel, pero tener a alguien que sienta el mismo pésame me alivia algo.
Mientras hablaba mis ojos se nublaron. Me giré antes de darme cuenta, intentando pasar desapercibido.
—Está bien llorar. La verdad es desgastante, pero no es algo malo.
Los ojos de Esmeralda comenzaron a afligirse.
—Supongo eso sería todo —dije dejando los cojines sobre el colchón del sofá. No alcancé a votar ninguna lagrima.
—Por fin terminamos —se estiró lo máximo que pudo—. Nos costó más de lo que imaginé.
—Pienso lo mismo. Eran demasiadas cosas.
Sacó su celular y lo observó lo suficiente.
—Ya es hora de que me vaya. ¿Estás seguro que no quieres ir conmigo de inmediato?
—No te preocupes.
—Bueno. Eso sí, prométeme que si no tienes donde quedarte, irás.
—Lo prometo.
—Dame tu número de contacto —de inmediato se lo di—. Esta es la dirección, el número del departamento, el código de la llave de repuesto y el nombre al que está.
Revisé la información que llegó. No me imaginé que viviera en un departamento, aunque al considerarlo, era lo más adecuado. No me preocupé por no reconocer la dirección; sabía que si me detenía a buscarla, la hallaría.
—Nos vemos. Recuerda que dentro de la semana te pueden embargar la casa y lo demás. Por lo que deberías ir lo antes posible. Si no estoy, solo tienes que pedirle al de recepción la llave y entras sin abstenerte ni preocuparte por nada.
—De verdad te lo agradezco.
—Es lo de menos. Tal como te dije antes, es un pedido algo egoísta.
—Aun así, es reconfortante.
—Eso espero. Asegúrate de decirme cuando vayas.
—Me aseguraré de avisar —correspondí.
Cuando su presencia despareció por completo sin dejar rastro de que estuvo ahí, me sentí algo solo.
Solo, volví a pensar.
No era el único en el mundo. El mundo seguía. Mi problema era tan miserable como una hoja que cae de un árbol. Sin que nadie se dé cuenta. Solo unos pocos que van pasando y la logran admirar. Aunque me sentía pequeño, podía ver que mis problemas no lo eran, al menos no para mí.
¿Qué hubiera pasado si hubiera hecho algo en ese entonces?
No, no había nada que pudiera hacer, solo queda enfrentarlo. No, no tengo que enfrentarlo, ya es una realidad. Solo queda aceptarlo, admitir. Aceptar que mi familia ya no está. Es complicado, tan complejo.
¿Qué tan mal la tenía que pasar? ¿No era la vida acaso justa? ¿No existía algún tipo de argumento ante las cosas malas? ¿No era, algo malo por algo bueno? ¿Luego de la tormenta sale el sol? Antes de la tormenta también está el sol. Gente ilusa que crea esperanza donde no la hay. Quizás sea una forma de salir adelante. No, eso no me sirve, no me convence, no ayuda en nada. Lo único que puedo hacer es moverme, lo único que puedo hacer es cambiar, realizar acciones. Siento que quiero explotar, desaparecer. No sentir nada un momento, nada más, solo un momento, no aguantaría más que eso. Lo necesito. No lo deseo, solo lo quiero.
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