Xia Jing dejó los postres e inmediatamente hizo lo que Su Wan dijo.
Su Wan guardó su teléfono después de enviar el mensaje. Luego, recogió el postre y lo observó detenidamente. Finalmente, vio algo. Se paró frente al hombre y dijo despacio, —Tu técnica es bastante poco profesional. Si insistes en incriminarnos aquí, será mejor que pienses en las consecuencias.
El hombre estaba atónito. Levantó la vista hacia Su Wan y evitó su mirada. —No entiendo de qué estás hablando. Hay un problema con tus postres. O pagas los gastos médicos y me voy, o me quejo. ¡Entonces ni siquiera pienses en operar la tienda!
El hombre pensó que esto asustaría a Su Wan, pero estaba equivocado. La expresión de Su Wan permaneció indiferente. La miró como si estuviera viendo a un tonto, no afectada por sus palabras en absoluto.
—Está bien, ya que lo dices, cumpliré tu deseo —asintió Su Wan.
El hombre pensó que Su Wan elegiría entre dos caminos. Sus ojos se iluminaron y la miró expectante.