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—Hace mucho frío... —murmuró Sophie entre dientes. Su cuerpo temblaba intensamente de frío y sus ojos se picaban con lágrimas. Miró hacia el lado y vio que su compañero dormía profundamente.
Cada día, durante el último año que estuvieron aquí en Frisia, Leland no falló en su estricta rutina que implicaba cuidar de Sophie, sus hijos y de sí mismo. Era tan exigente consigo mismo que siempre se dormía rápido y profundamente.
El Alfa trabajaba tan duro, especialmente por ella, que solo podía descansar durmiendo. Incluso podía oír sus ligeros ronquidos debido al extremo agotamiento por el que estaba pasando.
Sophie no quería molestarlo, pero estaba temblando, así que sacudió el brazo de su esposo. —Leland, por favor despierta.
Sophie ya estaba cubierta con muchas y las mantas más gruesas disponibles, pero tenía frío esta noche. Eso a pesar de que estaba dentro del castillo, protegida de los vientos.
Había muchos factores que hacían imposible tener frío.