—¿Qué podía ser peor que estar envuelto en lino tanto tiempo y atascado en una armadura pesada? Bueno, guardar al rey mientras él cortejaba a una princesa —pensó Roxana.
Se frotó el cuello donde Skender la había besado, casi mordido. Algo seguía persistiendo en su mente. Quizás su compulsión no fue lo suficientemente fuerte. Se volvió hacia Gary y le preguntó si había notado algo extraño la noche anterior.
Él negó con la cabeza —No.
Por supuesto que no. Skender no sería tan estúpido de ir hacia ella y quedarse allí sin asegurarse de que estuvieran dormidos. Aún insegura, volvió a observarlo con irritación roíendola por dentro.