Roxana llevaba su día como de costumbre. Disfrazándose, engañando. Ganando o robando. Lo que funcionara. Pero desde que tenía que pagarle a Connor, no le quedaba mucho y se estaba volviendo agotador. Necesitaba ahorrar dinero y tener una buena cantidad restante que pudiera usar para encontrar a su familia. El cazarrecompensas que había contratado resultó ser inútil. Necesitaba encontrar a alguien más o dedicar más de su tiempo a buscar por sí misma.
—Mi Señora, estas joyas resaltan el color de sus ojos —dijo Roxana sosteniendo el collar en exhibición.
—¿Y qué hay de los míos? —preguntó otra compradora.
—Los ojos de usted ya son joyas, Mi Señora. No necesita ninguna —Roxana recordó los ojos azules que invadieron sus pensamientos durante días. Ella solía estar enfocada en su misión. ¿Qué le estaba pasando?
La mujer movió su mano en señal de despedida con una risita. —¡Oh Rox, deberías dejar de hablar dulcemente!