Ocurriendo al mismo tiempo...
El sonido de los metales resonaba continuamente junto con los constantes gruñidos y gritos de Román y Joaquín. Ninguno de ellos se tomaba un descanso ni decía otra palabra, sabiendo que decir algo era simplemente una pérdida de energía y tiempo. Joaquín ya había cerrado su mente y a Román le repugnaba cada palabra que saliera de la boca del emperador.
Por lo tanto, intercambiaron golpes hasta que quedaron jadeando por aire. El sudor cubría sus pieles y sus rasguños aumentaban continuamente, visibles en sus cuerpos. Pero eso no les impedía empuñar sus espadas, balanceándolas para atacar o bloquear un ataque.
Después de un largo intercambio de patadas, puñetazos y espadas, ambos estaban igualmente exhaustos. Hasta que su lucha se convirtió lentamente de una feroz batalla de fuerza y habilidad a resistencia.
—¡CLANG!
—¡Ugh! —Joaquín apretó los dientes—. Sus espadas temblaban bajo el enorme peso que presionaba contra sus hojas.