Después de pasar el resto de su tarde con Lydia, hablando de cosas sin importancia como recados que querían hacer, su estado de ánimo, las cosas en sus vidas, y demás, su encuentro llegó a su fin.
Lydia estaba reacia a dejar ir a Adeline, tratándolo como una despedida permanente. Con un hombre tan controlador y astuto como el Rey, la pobre Adeline habría sido convencida de quedarse en el castillo todo el tiempo que le fuera posible.
Lydia deseaba que su amiga no fuera tan fácilmente engañada por el Rey, pero era bastante guapo y tenía una manera especial con las palabras.
—Volvamos a vernos en una semana —dijo Lydia. Se paró junto a la puerta del coche de Adeline, sosteniéndola firmemente, a pesar de la desaprobación de los guardias reales y el séquito.
—Siempre tengo tanto que contarte —añadió.
Adeline parpadeó. —¿Pero no tienes reuniones a las que asistir? La reunión anual de accionistas se acerca en dos semanas. ¿Estás segura de que tienes tiempo para verme?