—¿Estás tensa? —preguntó Tiana a Nicklaus mientras bajaban por la escalera. Iban a leer el testamento del abuelo y con certeza, iba a trazar la línea de la guerra, él parecía compuesto, pero ella no pudo evitar preguntar ya que él tenía un título en enmascarar sus emociones.
—¿Por qué? —se giró para mirarla—. Solo estoy triste por lo que pasará después de esto. No quiero pelear con mi tío pero me veré forzado a hacerlo —Nicklaus suspiró, tomando su mano. Él nunca renunciaría a la empresa y tampoco lo haría Douglas, y por lo tanto, debían pelear.
Cuando entraron a la sala, todos ya estaban sentados. Nicklaus podía sentir la nitidez en la habitación, y era de esperarse.
La mirada de Tiana se posó brevemente en Douglas, estaba sentado al lado de su esposa, su mirada oscura.
El abogado, que tenía cerca de cincuenta y cinco años, saludó a todos en la sala, compadeciéndose de ellos por su pérdida. Después de una breve introducción, colocó la maleta sobre la mesa.