Valerie estaba apoyada contra la pared con el corazón latiendo desbocado mientras la mujer sentada en la litera se reía como una loca.
Tenía un corte bob. Su liso cabello negro rozaba su rostro mientras se reía. Agarrándose el estómago, se doblaba.
—Eres tan estúpida —jadeó entre ataques de risa—. ¿No me viste acostada en la litera superior? ¿Cómo no te diste cuenta de que había alguien más en la habitación?
Valerie la miró con el ceño fruncido. Quería estrangular el cuello de la mujer que primero actuó como un fantasma y ahora no parecía dejar de reírse de su estupidez.
Su risa resonaba en la pequeña celda, pero le estaba lastimando los tímpanos a Valerie. Al fin, cuando la mujer se controló, le echó un vistazo a Valerie.
—Hmm. ¡Pareces rica! —riendose para sí misma, se sentó en la litera inferior—. Vamos, relájate. Confía en mí. Va a empeorar.
Valerie no respondió. Miraba a la mujer con una mirada fría y dura, maldiciendo en silencio.