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—¿Vamos al hotel? —preguntó Marissa cuando lo vio tomar la primera salida.
—Sí. Mi ropa de oficina está allí, y puedes conocer a los niños —se reclinó hacia atrás asintiendo con la cabeza.
—Los estás malcriando —él simplemente inclinó su cabeza ante su comentario para darle esa mirada que claramente decía: Por supuesto, son mis hijos, y están hechos para ser mimados.
—Necesito discutir algo contigo —dijo él, con la mirada fija en la carretera que tenía delante.
—Vale. Dispara.
—He invitado a algunas mujeres al hotel —tocó la punta de su lengua con su labio superior.
Ella cruzó sus brazos sobre su pecho, visiblemente inquieta. —¿Invitado a unas mujeres? Pero, ¿por qué? —Yamp;nbsp;
—Quería discutirlo anoche pero… no tuve la oportunidad… —se detuvo cuando ella asintió para que continuara—. Si te parece bien, quiero contratar una niñera para los niños.