—¡Mar! ¿Qué estás diciendo? —Sophie pensó que su amiga había perdido la cabeza—. ¿Estás loca?
—No, no lo estoy. Yo... ya no quiero ir a esa cita con Rafael —murmuró.
Rafael no sabía qué decir.
De alguna manera había adivinado que esta decisión estaba basada en la pesadilla que ella tuvo anoche. El problema era que él estaba tratando fuerte de ser su amigo para que ella se abriera. No estaba planeando forzarla.
La confianza no se puede forzar en alguien, debe ser ganada.
Él estaba intentando ir despacio con ella. Pero cada vez que o su sonrisa lo enredaba con su encanto, o su cuerpo regordete le hacía cosas a él de maneras inexplicables.
Podía escuchar a las dos mujeres discutiendo entre sí. Pobre Sophie estaba pidiéndole que reconsiderara su decisión.
—¡No le digas eso! —él le espetó a Sophie—. Si ella no quiere ir, entonces que así sea. Tómate tu tiempo, princesa.
La última declaración fue dicha de una manera muy amistosa. Parecía ofendido lo mínimo.