Marissa rió cuando vio cómo Rafael manejaba a los niños junto con las tareas del hogar. Estaba apilando todos los platos en un brazo con gran habilidad y pidió a los niños que llevaran los platos vacíos uno por uno a la cocina.
—Se supone que debes colocarlo junto al fregadero —ordenó, y Marissa observó a Alex, quien seguía las órdenes de su papá con un ceño constante en su rostro.
Todavía se resistía a abrirse a su padre.
Ariel se apresuró hacia Rafael, —¿Y ahora qué más se supone que debo recoger, papá?
—Umm, los vasos, cariño. Toma uno solo. Y usa ambas manos para sostenerlo.
Como una niña obediente, lo recogió aunque Marissa sabía que los niños podían manejar varios vasos ya que eran simples de plástico, pero no intervino en nada de eso.
Estaba allí para disfrutar del espectáculo.
—También acostaré a los niños. No te muevas de ese sofá —dijo sin voltearse y entró a la cocina. Ella podía ver cómo les indicaba que colocaran los platos en el lavavajillas.