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60% Vuelve a mí, El Triunfo de los Dioses / Chapter 11: Capítulo 11¡ABRE LOS OJOS!

Kapitel 11: Capítulo 11¡ABRE LOS OJOS!

Capítulo 11

¡ABRE LOS OJOS!

Más adelante, en un momento determinado, apareció Hermes, el dios mensajero en compañía del Zorro Ryan, quien parecía haber terminado con «sus castigos…».

R: Despídete de Dylan «el perdedor», porque tú sabes que yo soy el mejor hombre para ti.

G: ¿Mejor tú? Tú lo que eres es, un gran gilipollas, incluso eres peor de lo que pensé.

R: No sé a qué te refieres, tú no le eres fiel a tu corazón al decir eso.

G: Ya me enteré de tu romance con la diosa Afrodita y no pretendo perdonarte, así que regresa a sus brazos o a los brazos de un hombre si resulta que también eres bisexual, RIDÍCULO…

R: Pensé que eras una estúpida Galt, pero veo que eres más lista de lo que imaginé, ¿quién te hizo ver entre los dos?

G: Cedí ante tus encantos creyendo en todas tus mentiras; ¿Eros y tú?, difícil de creerlo, pero Eros creó a Dylan igual que a ti para que pudiera yo reconocer la basura que eras en realidad ¿Crees que no sé nada de tu trato con Eros?

R: ¿A quién vas a amar entonces Galt?, puesto que me parece que estás en un triángulo amoroso.

G: A ninguno de los tres amaré, ni estoy en ningún triángulo amoroso y menos donde supuestamente cree estar una basura como tú, así que volveré a aquel que tomó mi primer beso.

R: ¿Te refieres a Apolo?

G: No, antes de Apolo, Adonis me dio la bendición de mi madre, a quién le prometió cuidarme.

R: Tal dios no aparecerá nunca, es decir, te será casi imposible encontrarlo.

G: ¿Qué dices grandísimo traidor?, él ya me encontró primero y me mostró tu estúpido «ique» castigo…

R: Regresaré a mis montañas y bosques y te dejaré libre; tomaré mi cuenca, o sea, mi alma y me iré, pero espero que no te arrepientas luego, adiós Galt.

Así, el dios Hermes se llevó a Ryan.

Ya sola en mi casa, mientras usaba aceites esenciales de rosa y frambuesa en la ducha, apareció Adonis, quien chasqueando los dedos me llevó a un lugar apartado al borde del mundo e invisible al ojo humano. Allí, Adonis fue a buscar las manzanas doradas de Gea, pues dichas manzanas otorgan la cura sentimental del corazón.

En ese momento me di cuenta de que estaba totalmente desnuda y sin vestir prenda alguna, por lo que, avergonzada, corrí ruborizada a esconderme de Adonis quien distraído aún no captaba mi vergonzoso momento y al regresar para ofrecerme una de esas manzanas no me encontró, por lo que preocupado comenzó a llamarme con intensidad.

Ad: ¡Galt! ¡Galt! ¿Dónde estás?

G: Estoy desnuda y no puedes verme así Adonis.

Ad: Pero ¿dónde estás?

G: Tráeme un vestido y saldré.

Ad: ¿Conque un vestido es lo que quieres?

Dicho esto, me vio, pero caballerosamente fingió no verme y desapareció.

Asustada y avergonzada por haberme escondido detrás de un árbol de cerezo, temía que ese dios me viera, pero no me di cuenta de que estaba justo detrás de mí observando mis nervios, mientras que entre risas y picardías susurró a mi oído:

Ad: Te encontré Galt, ja, ja, ja… ahora toma tu vestido y póntelo.

Al escuchar su varonil, excitante, seductora y dulce voz, me desmayé en el acto, entonces él me vistió y me cuido hasta que desperté, yo no podía creer que ese dios fuera tan respetuoso y atento; fui despertando lentamente y lo vi ahí justo como lo imaginé; Adonis, pacientemente esperaba que yo despertara, sin darse cuenta de que había despertado y veía las manzanas doradas a mi lado para curar mi corazón. Conmovida por tan hermosos y solidarios gestos de Adonis, mi corazón comenzó a mirarlo con otros ojos, sintiendo que me inspiraba total confianza. Recordé que él por su varonil belleza, era deseado por todas las mujeres, pero que él había rechazado a todas sus potenciales concubinas sólo por cumplir su promesa a aquella Ninfa moribunda llamada Alive.

En todo este tiempo, él ya sabía que yo estaba despierta, pero fingía no saberlo, de repente lo vi caer y golpearse fuertemente, tanto me asusté que corrí a ver dónde había caído, pero al llegar y buscarlo, él no estaba en ningún lugar y de pronto escuché su voz tan gloriosa y suave como las olas del

mar…

Ad: ¿A quién buscas amada Galt?

Temblando por ser descubierta que estaba fingiendo estar dormida, volteé y no lo vi, puesto que él era astuto y no se dejaba ver con facilidad.

G: Señor, por favor, dígame dónde está.

Ad: Encuéntrame primero niña.

G: Joven dios, no juegue conmigo, pues es infantil de su parte.

Ad: Si me consigues primero, te daré un regalo.

G: No te escondas entonces.

Mientras corría por aquel hermoso lugar entre risas y encantos me di cuenta de que me estaba enamorando de Adonis y era posible que él sintiera lo mismo por mí, aunque pareciera ser tramposo, pues aparecía y desaparecía ante mí haciéndome correr más de lo necesario para encontrarlo, de modo que ya muy cansada tropecé con unas rocas y me caí sobre ellas, así, que muy molesta grité:

G: Ya no juego más contigo Adonis, pues eres imposible para mí.

Este, al ver tal escena, riendo, dijo: «Pero si ya tú me encontraste Galt».

G: No es cierto; porque me caí y me lastimé por tu culpa.

Ad: Te caes porque no ves por donde vas caminando, niña.

Esta fue una gran lección para mí, porque por mejor que tenga mi visión, en cualquier momento puedo perder el equilibrio y caer y entonces yo o quien sea, se dará cuenta de todos los obstáculos que tenía en el difícil, pero dulce camino a la felicidad…

Adonis corrió a mi lado para averiguar si me había lastimado, preguntándome enseguida dónde me dolía…

Yo, reacia a hablarle en ese momento, no contesté su pregunta, pues realmente no me dolía nada, pero era agradable verlo insistir porque se veía muy tierno al preocuparse por mí, por eso, sólo me provocaba comérmelo a besos.

G: Ayyy, aquí en mi pie es donde más me duele.

Ad: ¿Tu pie?

Él comenzó a masajear mis tobillos y pies, pero no aguanté la risa al verlo tan preocupado, así que me reí como si no hubiera un mañana.

Ad: ¿Con qué mentirosita no?

G: Lo lamento, pero me hiciste correr demasiado.

Ad: Venganza es lo que buscas, ¿verdad?, pues venganza tendrás.

G: No seas cruel conmigo Adonis.

Este empezó a acercarse para hacerme reír más, pero yo corrí para que no me atrapara, sin embargo, como es de prever, él me atrapó en sus fuertes brazos y diciéndome al oído que esta vez no me escaparía.

G: Deberías soltarme Adonis, pues parece que no soy de buena suerte.

Ad: Tu suerte es mía y ahora tú eres mía, de manera que no hay ni habrá lugar donde no te pueda encontrar.

G: Qué cosas dices Adonis, por favor déjame ir…

Ad: No señor, no te pienso soltar.


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