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55.55% BORUTO & NARUTO: Lo Que Algún Día Seremos / Chapter 30: Parte Segunda, Capítulo Onceavo.

Kapitel 30: Parte Segunda, Capítulo Onceavo.

En el tranquilo apartamento, un silencio profundo envolvía el ambiente. Los niños, exhaustos por un día lleno de tensión, yacían en el suelo, cubiertos con simples mantas para protegerse del frío nocturno. 
Hinoko, la Ninja Anbu encargada de velar por su seguridad en ausencia de los demás, se encontraba sentada en el pequeño comedor, sumida en sus pensamientos.
De repente, el silencio fue interrumpido por el emocionado susurro de Himawari. Sus ojos brillaron al ver algo fuera de la ventana delantera.
— ¡Sumire-san! — Exclamó en un susurro apenas audible, atrayendo la atención de los niños que aún estaban despiertos. —
Hinoko no ignoró el susurro, pues había aprendido a reconocer la seriedad en la voz de Himawari a lo largo del día. Sin dudarlo, se levantó de su asiento mientras los otros niños comenzaban a despertarse.
Con paso decidido, Hinoko se dirigió hacia la puerta y la abrió. Himawari estaba a su lado, ansiosa por ver a Sumire entrar a través de la puerta vieja, que chirriaba incluso con el suave soplido de la brisa.
La figura de Sumire apareció en la entrada, acompañada por Ro, compañero Anbu de Hinoko.
Hinoko no pudo evitar mostrar un atisbo de alivio y preocupación al ver a Sumire sana y salva. Sin embargo, su alivio se vio empañado por la molestia que había causado su ausencia.
— ¿Dónde has estado...? — Exhaló Hinoko con un tono tenso mientras Ro cerraba la puerta tras ellos. — ¡Te has perdido todo el día! No deberías alejarte tanto, especialmente ahora. — Regañó con evidente tensión en su voz. —
Himawari observaba atentamente a Sumire, quien comenzaba a quitarse los bolsos ninja y las muñequeras con gestos cansados. La joven de cabello oscuro se disculpó con tristeza en su voz.
— Lo siento mucho, Hinoko-san. — Dijo Sumire con una mezcla de vergüenza y arrepentimiento. — He estado recolectando información entre los civiles durante todo el día...
El silencio se llenó con una tensión palpable, pero Ro rompió el silencio al quitarse la máscara. Habló en voz baja, confirmando las palabras de Sumire.
— La aldea está vigilada hasta los cimientos. — Declaró con seriedad. — Sumire tuvo que esconderse y aprender los patrones de vigilancia para pasar desapercibida. Incluso me costó infiltrarme un poco en los círculos de la Hokage.
La sorpresa y preocupación se reflejaron en los ojos de Hinoko mientras escuchaba a Ro. Himawari, por su parte, se acercó a Sumire con inquietud, ofreciendo su apoyo. La joven ninja asintió, sosteniendo a Himawari con suavidad.
— Estoy bien, no tienes de qué preocuparte. — Le aseguró con una sonrisa tranquilizadora. —
Los demás niños observaban con curiosidad, y Neon, la niña de lentes, finalmente reunió el valor para preguntar.
— ¿Y qué sucede? ¿Qué tan mal están las cosas afuera?
— Es difícil siquiera tomar aire fresco sin ver a algún ninja volar por los aires. — Añadió su amiga de cabello rosa a su lado, compartiendo la preocupación de Neon. —
Yuina, Eho y la joven del clan Aburame intercambiaron miradas entre sí, asimilando la información que se les brindaba. Sumire completó su entrada al departamento, colocando sus pertenencias en la pequeña mesa del comedor. 
Hinoko, con una mezcla de insistencia y preocupación, cuestionó a Sumire sobre lo que había descubierto, evidenciando que tanto ella como Ro, como ninjas Anbu, habían estado indagando sobre los detalles.
Sumire dejó sus cosas a un lado y se volvió hacia el grupo con una expresión seria. Himawari se acercó, reflejando la curiosidad de los niños. Ro, Hinoko y Sumire intercambiaron miradas antes de que Sumire comenzara a hablar, sus palabras llenas de gravedad.
— Hay muchos rumores entre los civiles. — Comenzó a explicar. — Culpan a otras aldeas, están al tanto de la vigilancia; pero lo que más se repite son los interrogatorios.
Un silencio tenso se apoderó de la habitación mientras todos absorbían la información. Los ojos de todos se abrieron con sorpresa ante las palabras de Sumire. Los rumores sobre los interrogatorios a las víctimas de los portales eran una revelación inquietante y sombría que dejaba entrever la creciente tensión en la aldea.
El pequeño departamento se sumió en un silencio denso, casi palpable, mientras Hanika, la niña del clan Aburame, se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas. Sus ojos, apenas visibles detrás de los anteojos oscuros característicos de su clan, reflejaban su lucha por mantener la calma.
Finalmente, con precaución, rompió el silencio que había envuelto a la habitación.
— ¿Qué tipo de interrogatorios...? — Preguntó, sus palabras resonando con una cautela evidente. —
Sumire observó a Hanika con atención, evaluando si la niña estaba preparada para la conversación que se avecinaba. Finalmente, decidió responder con honestidad, su mirada fija en el suelo.
— No estoy segura de los detalles exactos de esos interrogatorios. — Comenzó a explicar en voz baja. — Pero según lo que escuché de los civiles, están indagando si alguien pudo haber avistado a individuos sospechosos en las áreas donde aparecieron los portales.
Sumire desvió su mirada hacia Hinoko, buscando confirmación o señales de que su información era relevante.
Las reacciones de Hinoko y Ro no pasaron desapercibidas. Sus ojos se abrieron de par en par y soltaron un jadeo ahogado al escuchar las palabras de Sumire. El ambiente en la habitación se cargó aún más con ansiedad y preocupación.
Los niños observaron a los adultos con atención, ansiosos por comprender la gravedad de la situación.
— No cabe duda; no sería sensato descartar esa posibilidad. — Intervino Ro, su voz grave y tensa, a pesar de su habitual serenidad. Fijó su mirada en Hinoko, quien lo miró con sorpresa, como si él hubiera verbalizado lo que ella también temía decir en voz alta. — Si no actuamos con rapidez y tomamos medidas, tarde o temprano, seremos descubiertos.
Las reacciones no se hicieron esperar. Los niños dejaron escapar jadeos de sorpresa y comenzaron a murmurar entre ellos en un intento por entender lo que estaba sucediendo.
— ¿Qué...?
— ¿Qué significa...?
Sus palabras apenas se escuchaban, mezclándose con la tensión que llenaba el aire.
La atención se centró nuevamente en Ro, cuya mirada seguía clavada en Hinoko. Ella permaneció en silencio, como si temiera lo que él estaba a punto de revelar.
— El Pergamino... fue activado en las cuatro puertas principales de la aldea. — Continuó Ro, compartiendo información crucial. — Absorbió todo a su paso, lo que sugiere que el desastre afuera de la aldea podría ser incluso peor que dentro.
El rostro de Sumire se tensó aún más, sus ojos reflejando la creciente preocupación y temor en el grupo. Ro prosiguió, su voz más suave pero igual de seria.
— A pesar de que llegamos aquí a través de una de las extensiones del Pergamino, eso no nos garantiza seguridad. Tanto ellos como Sumire-chan son indetectables para la barrera.
El silencio en la habitación se volvió abrumador, todos atentos a las palabras de Ro.
— Sin embargo, el tiempo apremia. — Continuó, su expresión mostrando una mezcla de preocupación y determinación. — Ya han transcurrido tres días desde nuestra llegada. Nuestros cuerpos se adaptarán, y dado que nuestras edades se ajustan dentro de los límites de esta época, es probable que nuestros Chakras sean visibles para los ninjas del pasado. Ahora es el momento oportuno, Hinoko.
La tensión en el ambiente era palpable. Todos eran plenamente conscientes de la inquietante realidad que los rodeaba, una realidad que amenazaba con revelarse ante los ninjas del pasado. Ro y Hinoko sentían el peso abrumador de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros.
— En realidad, solo están interrogando sobre posibles sospechosos. — Continuó Ro, bajando aún más la voz y acercándose a Hinoko. Aunque sus palabras eran audibles para todos, la conversación parecía un secreto compartido entre ellos dos. — No tengo información sólida de que estén buscando al responsable de las invocaciones de cadáveres. Su enfoque principal son los supervivientes.
El asombro de Hinoko resonó en la habitación, causando un sobresalto entre los niños.
— ¡¿Supervivientes...?! — Exclamó, sus palabras reflejando su sorpresa y miedo. — ¡¿Cómo llegaron a esa conclusión tan rápido?! ¡Apenas llevamos una semana aquí!
Ro observó las ventanas por un momento antes de responder en un tono aún más bajo, acercándose aún más a Hinoko. Aunque todos podían escucharlo, la conversación parecía un asunto privado entre ellos dos.
— No tengo todos los detalles, pero mientras me infiltraba en la Torre Hokage, capté la difusa información que circula entre los ninjas. — Compartió con precaución. — Al parecer, están tomando esta situación muy en serio y solo los ninjas de alto rango tienen acceso a esta información.
Hinoko escuchaba atentamente, su rostro mostrando una mezcla de ansiedad y preocupación. Ro le lanzó una mirada severa antes de continuar.
— Han estado dando prioridad a la Torre de Mensajería. — Reveló. — Están esperando algún mensaje que cambiará el curso de su misión.
Los niños observaron la conversación con atención, asimilando la gravedad de la situación. Ro cruzó los brazos y continuó, revelando una confesión que hizo que la tensión en la habitación aumentara.
— No puedo afirmar con certeza que estén buscando a un superviviente para ayudarlo.
La comprensión se extendió entre los presentes, y los niños se estremecieron ante la idea de que Konoha podría representar una amenaza si los descubrían. Las sombras del pasado se cernían sobre ellos, y todos eran conscientes de que su presencia en esa época histórica estaba envuelta en incertidumbre y peligro.
Muy atrás en su propio pasado, cuando Hinoko no era más que una niña, había conocido al Heredero del clan Nara. Sin embargo, conocerlo no le dio más fuerza física, sino más entendimiento sobre lo que era ella misma.
Desde entonces, ella y Ro habían sido sus sombras más confiables. Eso los llevaba a trabajos sumamente clasificados, como la infiltración en las propias aldeas aliadas o la eliminación de sospechosos de magnicidio.
A diferencia de eliminar posibles amenazas para su Hokage, la infiltración en aldeas que habían colaborado con ellos era un trabajo altamente arriesgado. Tan solo un simple error podría desencadenar una guerra, pero Shikamaru nunca fue de los que cedían si alguna aldea mostraba indicios de sospecha, como una vez lo demostró la aldea de la Roca.
Hinoko y Ro eran expertos en espionaje, con este último teniendo una de las habilidades más impresionantes: la capacidad de suprimir su propio Chakra hasta volverse prácticamente indetectable. Sin embargo, mientras él podría lograrlo cuando los efectos de la invocación se desvanecieran, no sería tan fácil para Hinoko.
A pesar de haber obtenido información de otras aldeas en el pasado, hacer lo mismo en Konoha era irónicamente más difícil de lo que parecía. Fallar significaba poner en peligro la vida de los niños y, en última instancia, de toda la aldea.
Las miradas inquisitivas de los jóvenes Genin y Chunin se dirigieron hacia Ro cuando Eho planteó una pregunta intrigante.
— ¿Qué significa... 'rango de edades'? ¿Qué intentan decir con eso? — Preguntó Eho, mostrando un interés genuino en comprender la situación. —
Ro mantuvo una expresión serena, intentando igualar la compostura de un ninja experimentado. Su esfuerzo por parecer tranquilo fue interpretado por los jóvenes como un acto valiente, lo que animó a Eho a seguir adelante.
— ¿No les dieron instrucciones? — Preguntó Ro, mirando a Hinoko con un gesto de interrogación. Habló con cierta dificultad, como si tuviera una canica en la boca, lo que hizo que sus palabras fueran difíciles de entender para los niños. —
Las miradas se desplazaron hacia Hinoko, quien, para sorpresa de todos, pareció recordar algo importante en ese momento. Una mirada de sorpresa compartida entre ella y Ro indicó que ninguno de los dos había proporcionado instrucciones claras.
Finalmente, la atención de todos se centró en Sumire, quien parecía un poco abrumada. La paciencia era una virtud que poseía en abundancia, pero lidiar con esta situación era un desafío incluso para ella. Resultaba increíble cómo dos Anbu de confianza del Rey de las Sombras podían ser tan descuidados en cuestiones cruciales.
Uno de ellos carecía de habilidades para tratar con niños, mientras que el otro no estaba acostumbrado al liderazgo. Sumire se preguntó si debería responder y arriesgarse a hacer que los adultos parecieran incompetentes, o si debía mantener el equilibrio. Optó por la primera opción cuando el silencio amenazaba con extenderse demasiado.
— Fuimos invocados desde el futuro, lo que significa que somos indetectables ante la barrera por ahora. — Explicó Sumire con la claridad necesaria, basándose en la información proporcionada por los dos Anbu y Shikamaru. — Pero es una situación temporal... Tal vez solo tengamos unos días antes de que la barrera comience a detectar nuestra presencia.
Los niños retrocedieron, el pánico comenzaba a apoderarse de ellos.
— ¿Nos van a encerrar? — Preguntó Osuka, con los nudillos blancos por el miedo. —
Sumire se apresuró a calmar la situación, consciente de que el pánico se estaba extendiendo entre los jóvenes.
— ¡No, no es eso! — Explicó con firmeza. — Nuestra invisibilidad ante la barrera es como... somos fantasmas para cualquier método de rastreo.
Eho, observando a Sumire que jugueteaba con sus dedos como si tejiera palabras en el aire, inclinó la cabeza.
— ¿Quieres decir que somos invisibles? — Preguntó, frunciendo el ceño. —
Harika intervino con un tono más tranquilo.
— Piensa en la casera. — Dijo. — Nos recibió gustosamente. Y fue la única que se atrevió a comentar la mala cara que tiene tu bufanda. ¿Eso la convierte a ella en alguien capaz de ver fantasmas?
Hubo un intercambio de miradas entre Eho y Harika, con gruñidos apenas audibles que mostraban su frustración. Solo la intervención de Himawari logró separarlos, mientras que Eho murmuraba algo sobre el peor estado en el que se encontraba el intento de máscara de la niña Aburame.
— Sumire-san se refiere a nuestros Chakras. — Aclaró Himawari. Sus ojos reflejaban una mezcla de nostalgia y comprensión. — Todos estamos conectados a través del Chakra, incluso las personas que no son ninjas. Pero por alguna razón, nuestros Chakras no pueden ser detectados, lo que significa...
Neon, visiblemente aliviada, completó la oración de Himawari.
— Que nadie sabrá que estamos aquí. Ni siquiera alguien con los Ojos de Himawari-chan podrá detectarnos.
Las palabras de Sumire aliviaron las preocupaciones iniciales. Aunque el miedo aún estaba presente, la posibilidad de pasar desapercibidos ante los ninjas desconocidos que pudieran acecharlos les brindó un respiro.
Pero la sensación de alivio duró poco, ya que Himawari tenía otra pregunta en mente.
— ¿Y qué pasa con Hinoko-san y Ro-san?
Sumire vaciló ante la pregunta de Himawari. Aunque prefería no recordar aquel doloroso momento, sabía que necesitaba explicar la situación de manera clara.
— Estamos al menos quince años en el pasado. — Comenzó Sumire. — Somos todos más jóvenes que eso, incluyéndome. Hinoko-san y Ro-san, en cambio, son personas que superan ese límite de edad.
El grupo de jóvenes Genin y Chunin estaba atento a cada palabra de Sumire, intentando comprender la complejidad de su situación.
— Las personas mayores de quince años son visibles ante los métodos de rastreo. — Explicó Sumire. — Nosotros, por ser invocados a través del pergamino, somos una excepción y podemos coexistir en este pasado sin ser detectados.
La explicación de Sumire dejó un respiro de alivio en el grupo, pero aún había muchas incógnitas por resolver. El misterio que rodeaba su situación se profundizaba, y la curiosidad de los jóvenes Genin y Chunin se volvía aún más intensa.
El silencio en el pequeño departamento se vio interrumpido por el tenso murmullo de preocupación que emanaba de la Genin y Anbu. La realidad de su situación estaba empezando a hundirse en sus mentes, y un nuevo miedo se alzaba como una ominosa sombra sobre ellos: ¿qué ocurriría si Hinoko y Ro fueran descubiertos? ¿Los niños también serían arrastrados a la tormenta que se avecinaba?
Sumire, siempre tranquila y amigable, no pudo evitar sentir un escalofrío recorriendo su espina dorsal ante ese inquietante pensamiento. La responsabilidad de proteger a los niños recaía sobre sus hombros, y la sola idea de que pudieran ser atrapados debido a un error por parte de los adultos la llenaba de angustia.
Sin embargo, tampoco podía desproteger a niños del pasado que posiblemente no despertarían mañana. Su deber era muy complejo, y proteger ambas partes dependía de distintos factores cada una, siendo la del pasado, ignorar el futuro. Proteger a las personas del pasado, aunque le cueste su propia vida.
Hinoko, en cambio, se encontraba atrapada en un torbellino de pensamientos y preocupaciones. Abrió los ojos ampliamente mientras miraba a Ro, buscando respuestas o tal vez solo un atisbo de alivio en su expresión. 
Su semblante intentaba reflejar la misma serenidad que el Anbu, como si estuviera obligada a igualar su expresión para ser tomada en serio. Pero su intento fue percibido más como un acto de valentía por parte de los niños, quienes admiraban a los adultos y se aferraban a sus palabras en busca de orientación.
Ro, por su parte, miró a su alrededor, señalando que el lugar no era el adecuado para discutir un tema tan delicado. Pero antes de que pudiera expresar sus pensamientos en voz alta, Hinoko lo interrumpió con su voz áspera pero decidida.
— Si los descubren, será nuestra culpa. — Declaró con firmeza, su mirada perforando a todos en la habitación. — Y si eso sucede, ¿Quién los protegerá...? Sumire-chan tiene un trabajo que cumplir.
Sus palabras cayeron como una losa sobre el pequeño espacio. Los niños la miraron con asombro y miedo, mientras Sumire no podía evitar sentir una preocupación cada vez mayor. ¿Qué pasaría si todo salía mal? ¿Cómo podría protegerlos a todos si fueran descubiertos por las autoridades de la aldea?
Ro pronunció el nombre de Hinoko en un intento de calmarla, pero su propia preocupación estaba escrita en su rostro. El ambiente en la habitación se volvió aún más pesado cuando Hinoko cerró las ventanas con fuerza y aseguró la puerta, generando un sonido retumbante debido al pequeño tamaño del departamento.
— Tenemos que considerar todas las posibilidades. — Continuó Hinoko mientras se giraba lentamente para enfrentar a todos. Su expresión era sombría y preocupada. — No sabemos qué sucederá si nos atrapan... la sola presencia de Ro y mía, perturba la misión de Sumire-chan.
Un pensamiento pasó como brisa por su cabeza. Deseaba estar equivocada, pero su extensa sabiduría y experiencia en el campo Anbu, le exclamaba que tenía que tener presente cada posibilidad palpable. Desconfiar del que era tu bando, también era su trabajo.
— Es solo cuestión de días... nos quedan tres días como mínimo. — Quiso murmurar, pero fue escuchada igualmente. Su frustración era notoria. — Con todo lo que vi... no creo poder hacer nada en ese lapso de tiempo.
— ¿Viste...? — Ro no tardó en saltar. — ¡¿Qué fue lo que descubriste?!
Aunque no le habló tan fuerte, los estudiantes de la Academia Ninja del futuro se apegaron a la espalda de Sumire, esperando así no salir perjudicados si un encuentro violento llegara a resurgir entre los dos Anbu.
— Por favor, dime que no hiciste ninguna tontería, porque si no...
— Déjate de sandeces, no hice ninguna locura. — Ella prácticamente le escupió, dejando atrás la máscara paciente que le había mostrado a los niños. — No descubrí gran cosa. Como dijiste, todo está repleto de ojos hasta los muros. Es casi imposible infiltrarse, y de no ser por nuestro estado actual, no hubiéramos siquiera logrado entrar a la torre Hokage.
— ¿Entonces? — Ro se escuchó ligeramente aliviado. Había compartido momentos y luchado espalda-con-espalda con la chica, y sabía que a veces solía ser bastante lanzada para ser un Anbu. —
Los ojos de Hinoko se ensombrecieron, tan oscuros como una neblina nocturna bajo la luna roja del cataclismo futuro.
— Está desapareciendo mucha información. — Le reveló. — Referentes al tema a raíz de los portales... alguien parece estar investigando por su cuenta, y desviando la información para que no llegue a manos de la Hokage.
Los presentes quedaron estupefactos.
— ¡¿Cómo estás tan segura?!
— Los vi. — Las pestañas de Hinoko eran como cortinas oscuras frente a sus ojos. El recuerdo pareció darle un mal sabor de boca, y arrastró las palabras con molestia. — Los encargados de pasar el papeleo clasificado a la velocidad que se requiere... eran Anbu.
Sumire se estremeció notoriamente. Como hija de un exmiembro de la Raíz, la antigua organización Anbu que realizaba trabajos oscuros bajo la supervisión de Konoha, conocía las complejidades y peligros de esos asuntos.
Un Anbu que bien era miembro de esa organización, estaba obligado a no solo dar su vida en los trabajos sucios, sino también a nunca regresar con una misión fallida.
Aquellos que sobrevivieron para contarlo, no estaban dispuestos a hablar sobre las prácticas que se hacían. Sumire lo intentó muchas veces, pero no logró obtener resultados. Muchas de las personas habían cambiado sus identidades, y de las pocas que se sabía, se negaban a recibirla.
Era una etapa reciente de curiosidad sobre ese lado de su linaje. Quería saber qué era lo que movió a papá a hacer las cosas que hizo, pero nunca lo entendió al cien por ciento.
— ¿Qué piensas hacer ahora? — Ro interrumpió sus pensamientos, dirigiéndose a Hinoko. Quién apartó la vista de Sumire. — Con el enemigo también dentro de los muros... y siendo del pasado... no podemos tocarlos. Va en contra de las palabras de Shikamaru-san.
— Nosotros no podemos. — Añadió la castaña, en un tono que determinaba un atrevimiento ante lo arriesgado. —
Tanto Sumire como Ro, parpadearon, curiosos de aquella tonalidad casi bromista. Hinoko tenía unos 25 años, pero su comportamiento seguía siendo como el de una adolescente en la etapa de rebeldía.
Kakkei entrelazó sus dedos frente a su abdomen cuando Hinoko la divisó.
— Ya que saliste, ¿Sabes cómo comportarte?
— ¿Hm? — Sumire vaciló. — Eh... ¡Hai! Lo básico... no creo que sea muy diferente a lo que somos nosotros.
— Hinoko... — Ro la llamó una vez, pero solo bastó eso para ser ignorado nuevamente por sus ojos. — ¿En qué estás pensando?
La castaña lo observó de reojo. No quería mostrarle la pequeña inseguridad que le tenía a la idea, porque eso sería darle la razón al hombre sereno.
— No me hables en este momento. Déjame pensarlo bien...
Hinoko miró a los niños, quienes retrocedieron un paso, liderados por Himawari, quien intentaba mantenerse firme.
— Su examen de graduación se vio cancelado debido a los preparativos. — Explicó Hinoko, su voz áspera y pesada como si llevara un gran peso sobre sus hombros. Su mirada se posó en cada uno de los niños, escrutándolos con seriedad. — De todos ustedes... ¿Quién creen que tenía más posibilidades de pasar ese examen?
La noche se aferraba a Konoha, pintando la aldea de sombras mientras la luna flotaba en lo alto, arrojando su pálida luz sobre las techumbres de las casas. En el interior de la casa de construcción japonesa de los Nara, la quietud reinaba de manera casi sobrenatural.
En la sala principal, Shikamaru Nara estaba sentado solo ante un tablero de shogi, el cual compartía su silencio. El único sonido que rompía la tranquilidad nocturna era el suave susurro de las piezas moviéndose estratégicamente sobre el tablero. 
Tenía una expresión estoica, su rostro apenas revelando una emoción. Sus ojos, sin embargo, destellaban con una mezcla de melancolía y desesperación.
La puerta corrediza que conducía al patio estaba abierta, y una brisa fría se filtraba en la sala, haciéndole erizar la piel. Esa corriente de aire, aunque fresca, tenía un deje de inquietud, como si portara un mal augurio. Shikamaru miraba fijamente hacia afuera, donde la luna iluminaba la noche, pero su mente no estaba en el juego de shogi.
Los pensamientos del joven estratega vagaban sin control. Comenzaban con recuerdos de Asuma, su difunto maestro y amigo. Las conversaciones compartidas, las lecciones aprendidas y los momentos que habían compartido. Asuma había sido una segunda figura paterna para él, y su pérdida todavía pesaba en su corazón.
Pero luego, sus pensamientos se desviaban hacia los misteriosos portales que habían aparecido en Konoha. Eran como una maldición que se había abatido sobre la aldea, y Shikamaru sentía que su deber como ninja y como discípulo de Asuma era resolver ese enigma. Sin embargo, la verdad parecía escaparse de sus dedos, y esa frustración lo atormentaba.
La aldea estaba en peligro, y él no podía permitirlo. Había prometido vengar la muerte de Asuma, pero esa venganza estaba en pausa debido a los acontecimientos recientes. Shikamaru tenía la sensación de que todo estaba conectado, pero no sabía cómo.
En medio de esos pensamientos turbios, sus preocupaciones se centraron en el niño que había encontrado en la aldea de la Arena. Temari le había dado una vaga pista sobre la importancia de ese niño y la misteriosa arena de hierro que lo rodeaba. Eso solo aumentó el peso de la incertidumbre en sus hombros.
Frustrado y agotado, Shikamaru dejó escapar un gruñido de desesperación. Sus pensamientos eran un torbellino de confusión y preocupación, y no sabía por dónde empezar para resolver todos esos enigmas. Se sentía impotente, y eso era algo que odiaba profundamente.
Con la mirada perdida en el tablero de shogi, Shikamaru se dejó llevar por la melancolía de la noche. Sin embargo, algo al fondo de la habitación llamó su atención. Aunque su expresión seguía siendo inexpresiva, sus ojos se desviaron hacia ese objeto en la oscuridad.
La luz de una vela que había sido encendida al comienzo de su partida se estaba desvaneciendo lentamente, arrojando sombras cada vez más profundas en la sala. Era una señal inequívoca de que Shikamaru se estaba rindiendo ante la fatiga. Aunque su mente seguía luchando con las preguntas sin respuesta, su cuerpo le decía que necesitaba descansar.
La casa Nara quedó envuelta en una tranquila penumbra bajo la mirada presagiante de la luna. Los misterios de la noche aún acechaban en la oscuridad, pero Shikamaru se entregó al sueño, necesitado de un respiro en medio de la tormenta de incertidumbre que lo rodeaba. Por ahora, todo quedaba en suspenso, y el mundo aguardaba a que el estratega descansara para continuar su batalla contra lo que algún día, sería conocido como "El Encuentro De Reyes".
La carreta avanzaba lentamente por el oscuro bosque, su traqueteo monótono acompañado por el suave murmullo de los pasajeros que, en su mayoría, se habían sumido en el abrazo del sueño. 
El ambiente estaba lleno de un silencio inquietante, solo interrumpido ocasionalmente por el ruido de la madera crujiendo bajo la presión de los cuerpos o el suave quejido del caballo que tiraba de la carreta. Era como si el bosque mismo estuviera sosteniendo la respiración, esperando algo que estaba por venir.
Había sonado mi garganta por mi inesperada ocurrencia. "El Encuentro De Reyes", un nombre en sí menos que llamativo, pero entretenido tomando en cuenta mi posición actualmente. No había nada de qué colgarse. No había chico, tampoco un jugo de naranja esperándome en la mesa vecina. Ahora mismo viajaba en un entorno clandestino, siendo una completa desconocida en el mundo en el que me encontraba.
Ya no contaba con ninguna razón para continuar. No caería hasta el fondo meramente porque el que creía el indicado, ya no estaba dispuesto a tomarme en cuenta. Solo estaba allí para ser una pieza más de un tablero que sería testigo de una prevención ante lo destructivo.
Mi hermano menor, Daemon, dormía profundamente en mi regazo, totalmente ajeno al mundo que lo rodeaba. Sus ronquidos ocasionales eran el único recordatorio de su presencia. Era un niño con un poder explosivo, pero en ese momento, parecía completamente vulnerable.
Lo cubrí con mi capa y acomodé la capucha sobre su cabeza para protegerlo del frío nocturno y las miradas indiscretas. Ser vistos por desconocidos en sí era algo incómodo para mi gusto. Sin embargo, en esta ocasión, las cosas parecían tornarse distintas.
Yo, por otro lado, permanecía inmóvil en mi asiento, mi capa cubriéndome por completo, incluyendo mi cabeza. No permitiría que nadie en esta tierra pasada me viera a los ojos. Ningún individuo de aquí, caería en los hilos de ellos. Ser descubierta no provocaría más que obstáculos en mi camino y bienestar.
Mi mirada estaba fija en el espacio delante de mí, observando sin ser vista. Mis ojos, aquellos que ocultaban el poder de la omnipresencia, eran mi mayor secreto.
La omnipresencia estaba activa en mi ojo izquierdo. Veía cada detalle de la carreta, cada gesto de los pasajeros y cada sombra que se movía en la oscuridad del bosque circundante. Mi visión trascendía el tiempo y el espacio, una habilidad que me otorgaba una ventaja inigualable. Veía tanto el pasado como el futuro, ahora inexistente, desplegarse ante mí.
Pero todo poder tenía su precio, y la omnipresencia no era una excepción. Cuando desactivé la técnica, mi vista volvió a ajustarse a la realidad. A pesar de mi conocimiento del futuro y mi capacidad para ver más allá de mi propia presencia, mantenía una expresión imperturbable. Había aprendido a ocultar mis emociones detrás de una máscara de tranquilidad.
Mis pensamientos se movían entre el pasado y el futuro. Konoha, Shikamaru, Daemon y yo éramos piezas en un juego cósmico que apenas comenzaba. Sabía más que nadie el tipo de cosas que le ocurrían a aquellos que tuvieron la mala suerte de enfrentarse a enemigos una vez sobrevivido al cataclismo. Aunque cosas como el miedo y pavor no corrían por mi mente, sí sentía cierto grado de ansiedad al adentrarme en ese escenario.
Observé a Shikamaru, el estratega de Konoha que ahora no era más que solo un niño. Su preocupación por Asuma, su deseo de venganza y su incertidumbre sobre los portales que habían aparecido en la aldea. Todo eso era parte de un rompecabezas que solo yo había presenciado desde todos los puntos de vista posibles.
Si bien mi ojo azul ya no tenía la misma presencia en mi tiempo como antes, sí se había adaptado al pasado de tal manera que ahora era capaz de presenciar distintos eventos de la misma manera en que los veía cuando estaba en Konoha.
Pero no era el momento adecuado para seguir indagando. Mi presencia en el pasado debía mantenerse en secreto, al menos por ahora. Mis acciones y mis intenciones eran un enigma, y así debía seguir siendo hasta que los demás cumplan con su parte.
La "Batalla De Reyes" se acercaba, y yo, estaba lista para desvelar sus secretos y jugar mi papel en ese juego cósmico. La noche se cernía sobre nosotros, pero no tenía miedo. O eso intentaba convencerme a mí misma. Mi vista se perdía en el oscuro horizonte, y aunque mis pensamientos estaban llenos de incertidumbre, había una sombra más profunda que acechaba en mi mente.
Kawaki.
Ese nombre era un eco ominoso en mi cabeza, un recordatorio constante de algo que mi ojo había presenciado antes del cataclismo que nos envió al pasado. Era una visión que había tratado de enterrar en lo más profundo de mi ser, pero que ahora regresaba con más fuerza que nunca.
En esa visión, veía mi propio deceso a manos de Kawaki. Veía el miedo en mis propios ojos reflejados en los suyos mientras todo se desmoronaba a nuestro alrededor. No sabía por qué ni cómo había llegado a ese punto, pero el miedo que experimenté en ese instante era tan real.
La imperturbabilidad en sus ojos, el ardor en mi pecho y la sangre quemando toda mi piel y desgarrando mi ropa. El mundo se me había nublado en esa visión, y solo podía escuchar las palabras "Traición" y "Exilio".
Esa experiencia me había marcado profundamente. Y durante los días siguientes a esa visión, siempre me mantenía alerta, sentada en mi cama como si no hubiera diferencia entre la luz de la luna y el sol.
Constantemente me vigilaban, tratándome como un enemigo fuerte al que derrotar. Era un tiempo en el que no quería nada más que su corazón y cariño. Sin embargo, en ese punto no deseaba más que alejarme de ese chico con el que estaba encerrada en las paredes de esa mansión.
Mis ojos no me mostraron más desde ese día, y en los meses siguientes de preparativos, todo continuó igual. No se me revelaron escenas claras, y lo demás era como ver un montón de películas en desorden, a través de una rasgadura en una tela.
Los sonidos, las sensaciones... todo se comunicaba, y no tuve que esperar mucho antes de encontrarme nuevamente cerca de Kawaki. Cuando él huyó y parte de mi visión se cumplió, el plan de las aldeas ya estaba en marcha.
La respuesta seguía siendo un enigma incluso para mí. Actuaron más rápido de lo que esperaba, e incluso destruyeron una historia entera solo para salvar a los suyos. Pero de una cosa estaba segura: el miedo nunca me abandonaba cuando él estaba cerca. Podía ser una noche tranquila, pero la sombra de Kawaki oscurecía mi mente y mi corazón.
Aunque me esforzaba por mantener la calma y la compostura, no podía negar el temor que me atenazaba cada vez que lo veía. Había algo en su mirada, algo en su presencia, que constantemente me recordaba el futuro que se asomaba por las grietas del tiempo frente a mi ojo izquierdo.
¿Qué tanto estaba dispuesto a sacrificar Kawaki por ese hombre? Uzumaki Naruto, el hombre que le dio un apellido y un lugar a Kawaki, su propio asesino.
La luz titilante de la fogata iluminaba el escondite subterráneo, proyectando destellos dorados sobre las rugosas paredes de piedra. Los niños se encontraban reunidos alrededor de un círculo improvisado, compartiendo una comida merecida después de un agotador día de entrenamiento.
Namida buscaba con la mirada a alguien, y su rostro se iluminó al avistar a una figura que se aproximaba. Era Mirai Sarutobi, la única superviviente de la familia Sarutobi después de la catástrofe.
Mirai se acercaba con una sonrisa tensa, acompañada por dos subordinados de la Gran Anciana, lo que generó un ambiente cargado de tensión.
Namida fue la primera en reaccionar, corriendo hacia Mirai para darle la bienvenida. Los demás niños se levantaron uno por uno y se acercaron, llenos de preguntas y dejando entrever su preocupación por su tardanza.
— ¿Qué estabas haciendo? No viniste ni siquiera a almorzar. — Preguntó Namida, aferrándose casi desesperadamente a la adolescente. —
Mirai vaciló por un momento antes de responder.
— Bueno... había algunas cosas que necesitaba atender.
— ¿Dónde has estado, Neechan? — Preguntó Boruto, sembrando una duda palpable sin darse cuenta. —
El silencio se apoderó del lugar como un manto pesado, una tensión palpable que contrastaba marcadamente con la serenidad en la mirada de Mirai. 
Cada chispa de la fogata parecía resonar con fuerza en la caverna subterránea, y el crujir ocasional de la madera bajo el fuego se intensificaba en el incómodo silencio. Era como si el mismo aire se hubiera vuelto denso, cargado de expectación y duda.
La Gran Anciana, sentada en una esquina y aparentemente inmersa en su propia conversación con uno de sus subordinados, observaba todo de reojo. Su aguda intuición y su profundo conocimiento de la razón detrás de la partida de Mirai le sugerían que había mucho más de lo que la joven estaba dispuesta a revelar.
A pesar de la apariencia serena de Mirai, había algo en su mirada, en el ligero parpadeo de sus ojos, que insinuaba que estaba ocultando algo importante.
Las sombras danzaban en las rugosas paredes de piedra mientras la luz parpadeante de la fogata proyectaba destellos dorados. Los niños, sin darse cuenta, se encontraban en el centro de una escena que distaba mucho de ser lo que parecía. Mientras Mirai luchaba por encontrar las palabras adecuadas detrás de su sonrisa cuidadosamente forjada, la Gran Anciana mantenía su vigilancia en silencio.
Cada segundo transcurrido en este tenso silencio era como un suspiro prolongado, y el misterio colgaba en el aire cargado de secretos. Nadie se atrevía a romper el encanto, pero todos sentían que algo estaba a punto de estallar en la atmósfera cargada.
Finalmente, Mirai rompió el silencio con un gran suspiro de cansancio mientras se estiraba visiblemente, sorprendiendo a los niños.
— ¡Vaya cansancio! En serio... — Mirai miró a los dos subordinados de la Gran Anciana y los golpeó juguetonamente con el codo. — Me falta mucho para ser tan hábil como ustedes cortando una roca de ese tamaño... ¡Lo hacen ver tan fácil!
Los dos subordinados intercambiaron miradas incómodas, sin saber cómo responder al elogio inesperado y sin razón aparente. Inojin, tratando de romper la tensión y prisionero de su propia curiosidad, preguntó:
— ¿Estuviste en el exterior por un entrenamiento especial?
La sonrisa complaciente de Mirai se amplió mientras asentía.
— Exacto. Estaba teniendo una práctica especial en un lugar cercano. Ya saben, siempre hay margen para mejorar.
Los niños parecían impresionados por la historia de Mirai, sin percatarse de que la Gran Anciana observaba la conversación con atención, su ceño fruncido no pasó desapercibido. La anciana sabía que Mirai les estaba mintiendo, pero por alguna razón, no quería desvelar la verdad ante los niños.
Mientras Mirai seguía tejiendo su historia, los niños la escuchaban con entusiasmo, sin sospechar que detrás de su sonrisa se escondían secretos que aún no habían salido a la luz.
Reunidos alrededor de la fogata, compartían historias de sus días de entrenamiento mientras disfrutaban de una comida caliente. Mirai se unió al círculo con una sonrisa cálida, escuchando los relatos de los niños. Para ella, estas historias eran un recordatorio de la perseverancia y el espíritu indomable de la juventud, incluso en tiempos difíciles como aquellos.
Cuando llegó su turno de hablar, Mirai compartió sus propias experiencias de un supuesto entrenamiento, hablando de las veces que había tropezado y caído, pero también de cómo se había levantado una y otra vez. 
Aunque estaba mintiendo descaradamente en ese momento, no dejaba de haber rastros de verdad en sus palabras. Había tenido misiones fallidas, aunque eran menos que las exitosas, y muchos de los niños presentes ni siquiera habían logrado pasar la primera etapa del examen Chunin. Quería brindarles al menos un poco de honestidad.
Namida, con los ojos brillantes, asintió emocionada, aunque su voz temblaba.
— ¡Tienes razón, Mirai-san! ¡Vamos a dar lo mejor de nosotros!
Mirai le dio una palmada de ánimo en el hombro.
— ¡Eso es lo que quiero escuchar!
A pesar del bullicio en el refugio subterráneo, tres figuras destacaban por su introspección distante. Shikadai, con los ojos entrecerrados en una expresión de profunda concentración, parecía atrapado en un laberinto de pensamientos. 
Su mirada, perdida en las llamas de la fogata, apenas parpadeaba, como si estuviera inmerso en una lucha interna intensa.
Sarada, por otro lado, se sentaba con la espalda erguida, los ojos oscuros fijos en un punto lejano e invisible en el horizonte. Cada línea de su rostro, desde la frente hasta la mandíbula, revelaba una profunda reflexión. 
Sus dedos jugueteaban con una hoja de hierba, girándola y doblando sus bordes con destreza distraída, como si necesitara una salida para canalizar sus pensamientos.
Hoki, el más joven del grupo, tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, su cabello oscuro cayendo sobre su frente mientras sus ojos escudriñaban su tazón de comida con una concentración casi incómoda. 
Sus cejas fruncidas y la arruga en su frente hablaban de una mente ocupada por cuestionamientos y reflexiones profundas, mucho más allá de su corta edad.
La Gran Anciana, que había estado observando con ojos sabios y experimentados la conversación animada de los niños, decidió retirarse discretamente. Su figura encorvada se alejó del círculo, lanzando una mirada fugaz a Mirai. 
Fue una mirada cargada de significado, como un recordatorio silencioso de que había asuntos pendientes que requerían su atención. La anciana sabía que Mirai tenía secretos que aún no se habían revelado.
La atmósfera se llenó de un silencio inusualmente pesado mientras los tres jóvenes continuaban inmersos en sus propios pensamientos, sin darse cuenta de la expectante presencia de la Gran Anciana.
Fue en ese momento cuando uno de los subordinados de la Gran Anciana, un hombre mayor, llamó la atención al hablar, aunque se veía claramente forzado a hacerlo.
— Ahora que has avanzado tanto en tan poco tiempo, Mirai, debes darle el reporte de tu entrenamiento a la Gran Anciana.
La mención de un avance sorprendió a los niños, y sus ojos se abrieron de par en par. Wasabi fue una de las más impactadas y no pudo evitar preguntar casi conmocionada.
— ¿Avance? ¿Lograste obtener resultados? ¿De qué tipo?
El hombre simplemente asintió y se retiró sin decir una palabra más, dejando a los niños en un estado de asombro y curiosidad. Mirai, que había estado sentada con ellos en el suelo, se levantó con una sonrisa tranquilizadora.
— Tengo que darle mi reporte primero. — Dijo Mirai. Sus ojos se posaron en Shikadai, quien aún estaba absorto en sus pensamientos y jugueteaba con su comida. Sin embargo, antes de que los demás pudieran seguir la dirección de su mirada, Mirai añadió con calma. — Vuelvo en unos minutos. Terminen su comida, chicos.
Los niños respondieron al unísono con un "¡Hai!" mientras Mirai trotaba hacia donde el subordinado había desaparecido, su mente llena de ansiedad oculta por lo que se avecinaba.
A medida que avanzaba por el estrecho pasillo de piedra, el sonido rítmico del báculo golpeando el suelo y las sombras danzantes arrojadas por las antorchas guiaron a Mirai hacia su destino. La penumbra del pasillo le otorgaba un aire misterioso a medida que se adentraba en las profundidades del refugio subterráneo.
Finalmente, encontró la habitación correcta. No irrumpió con brusquedad ni intentó iniciar la conversación. En su lugar, permaneció en silencio, observando con determinación a la anciana que estaba sentada de espaldas a la puerta.
Aguardó pacientemente, sintiendo un nudo en la garganta mientras el tiempo parecía transcurrir a un ritmo agonizantemente lento. El destello de la vela en la esquina de la habitación proyectaba sombras titilantes que danzaban en las paredes, agregando un toque surrealista a la escena.
Finalmente, después de un prolongado silencio que pesaba en la habitación, la voz de la anciana rompió el mutismo. Habló con frialdad, sus palabras cortantes como cuchillos en el aire tranquilo.
— ¿Por qué mentiste? — Preguntó, sus ojos inquisitivos clavados en Mirai. — ¿Por qué les mentiste de esa manera?
Mirai mantuvo su rostro inexpresivo, pero sus ojos reflejaban la tormenta de emociones que se agitaba en su interior. El silencio se prolongó mientras la vela seguía disminuyendo su luz, arrojando una penumbra creciente sobre la habitación.
En ese momento, los recuerdos la abrazaron como una sombra oscura y amenazante. Vio las imágenes en su mente, como fragmentos de una película desgarrada. 
La taberna donde había visto la lista de recompensas con las siglas "Eliminado" marcadas junto a las fotos de jóvenes, algunos incluso más jóvenes que ella. Sus identidades reducidas a simples nombres en un papel sin valor, con una recompensa reclamada por sus vidas.
La garganta de Mirai se apretó, y tuvo dificultades para tragar saliva. Cada respiración se sentía como un esfuerzo titánico, y sus palabras brotaron de sus labios temblorosos sin su consentimiento.
— No puedo... hacerlo. — Balbuceó, sus dientes chocando entre sí por la tensión. — Si los involucro en esto... ya no podrán dar marcha atrás.
Mirai sintió la necesidad de desahogarse, de compartir la carga que llevaba en su corazón con alguien. Sus palabras brotaron con urgencia, desesperación velada bajo un tono controlado para que los demás no pudieran escucharla claramente.
— Esto es muchísimo más, incluso más allá de lo que creía imposible. — Murmuró, su voz temblorosa pero determinada. — Hay personas que buscan nuestra muerte. Su objetivo parece ser muy abstracto... pero por lo que vi, quieren eliminar cuanto antes a los sobrevivientes del Cataclismo.
La anciana, en un gesto de silenciosa desaprobación, la miró como si estuviera regañándola en su mente mientras aparentemente ignoraba sus palabras.
Mirai, sin embargo, estaba desesperada. Se debatía internamente, queriendo asumir la responsabilidad de las misiones clandestinas por sí misma. Sentía que debía proteger a los niños y no poner sus vidas en riesgo. Pero también sabía que la tarea era inmensa y peligrosa.
Un nuevo silencio cayó en la habitación antes de que la anciana rompiera el hielo con una pregunta clave.
— ¿Llegaste al 'Ocaso Oculto'?
Mirai asintió, y luego añadió con compasión en su voz temblorosa.
— Pero esto es mucho más grande de lo que podemos imaginar. No son solo las aldeas, son los ninjas más peligrosos de mi tiempo. Parece que tienen todo bajo control.
La anciana se giró lentamente para mirarla con seriedad, y Mirai, llena de temor, planteó una pregunta preocupante.
— ¿Podría el pergamino... afectar negativamente los sellos de esta época?
La anciana, con sabiduría y cautela, respondió:
— No estoy segura de las consecuencias exactas, pero sé que activar el pergamino crea ondas que podrían afectar el pasado de muchas maneras, incluso sin necesidad de transportar personas a través de él.
Los ojos de Mirai se abrieron de par en par al escuchar la respuesta de la Gran Anciana. Una tristeza profunda se apoderó de su expresión mientras su mente rebobinaba los eventos que Sara, la joven reina del extinto Rouran, le había narrado. El peso de la responsabilidad y la imposibilidad de escapar de las consecuencias la atormentaban.
Sus puños se apretaron con impotencia mientras le decía a la Gran Anciana:
— Nuestra desgracia está afectando a los demás. — La voz de Mirai reflejaba una mezcla de enojo y tristeza, una expresión de impotencia que resonaba en su tono. La anciana la miró con atención mientras continuaba. — Personas inocentes que no tienen nada que ver... podrían ser asesinadas, y todo por nosotros...
Mirai se agarró el pecho, sintiendo el peso de la situación aplastándola. La Gran Anciana, en un tono condescendiente, respondió:
— Eso es lo que significa sobrevivir. Si quieres vivir, a veces otros deben morir. Así funcionan las cosas.
Mirai levantó la mirada con determinación cegadora.
— ¡Muchos de los que estaban en esas hojas eran menores que yo, y sus cabezas tenían un precio elevado! ¡Incluso Sara-san estuvo a punto de ser asesinada por Mezu! — Exclamó, un grito que resonó en la habitación, creando un silencio sepulcral. Ambas mujeres compartían la necesidad de mantener la calma para no alertar a los niños. — Mezu, el líder de una banda de sicarios expertos en asesinatos en masa... ¡Es un enemigo de clase S!
Hubo una pausa mientras Mirai se acercaba aún más, mordiéndose la uña del dedo pulgar con ansiedad.
— Mezu sabía del pergamino... ¿Es posible? Hablaba como si supiera lo que estaba pasando...
La Gran Anciana frunció el ceño ante la noticia. No sabía quién era Mezu, pero no se esperaba que una de las personas que había podido conocer en el exterior, estaba a punto de ser una víctima del futuro. No jugaban las emociones, pero sí podía decir que se sentía un poco abatida ante el escenario de saber que la Hija de Sarah peligraba, y que estaba obligada a no hacer nada.
Tenía que dividir sus motivaciones y obligaciones. En esta situación, los niños del futuro importaban más que nada. Además, era su papel.
— Para activar el Pergamino, se necesita una amplia preparación. La tardanza depende de qué tanta perfección se espera como resultado. — La Gran Anciana le informa, sumida en su propia vista negra debido a sus ojos cerrados. — No sería sorprendente que al preparar el pergamino... hayan abierto varias grietas que provoquen anomalías. Esas grietas se convertirían en lo que reconoces como portales, que se rompen una vez el pergamino es activado después de haber acumulado tanto espacio.
— ¿Mezu pudo haberlo sabido?
La anciana niega con la cabeza lentamente.
— No estoy segura. Pero supongo que lo sabría por uno de esos miembros del "Culto" o la Familia Invocadora, que te dijo ese hombre. — Le contestó la mujer, refiriéndose a la versión que Tanaka le había dado a Mirai antes de darle la pista del paradero de la Anciana. —
Mirai, visiblemente preocupada, se arrodilló en el suelo frente a la anciana.
— Pero... ¿Por qué eliminarnos? — Su voz estaba llena de inquietud, y su preocupación estaba dirigida más hacia sus amigos. — No debe deberse al simple hecho de 'ser importantes' o para 'Mantener el Control De Nuestras Acciones'. Debe de haber otra razón.
Un silencio pesado se extendió por la habitación cuando la anciana estudió a Mirai con la mirada. Parecía suspirar después de una mueca. No estaba de acuerdo con mentirles a los niños y ocultarles la verdad, pero tampoco podía detener a Mirai.
— ¿Sabes por qué el Pergamino se enlaza con Konoha? — Preguntó la anciana. Mirai quedó completamente atenta. — Porque uno de los Hokage fue el responsable de la liberación de la persona que sería conocida por ser el guardián del pergamino.
Los ojos de Mirai se abrieron de par en par. Ella sabía a quién se refería, ya que Tanaka-san le había dado pistas sobre ello. Sarutobi Hiruzen, el tercer Hokage, conocía a la persona que crearía ese culto. Mientras Mirai parecía sentarse aún más en el suelo, la anciana asintió.
— Así es. — Se veía distante, con una expresión apaciguada. — Quedé anonadada cuando me lo dijiste... ¿Eres familiar de ese hombre?
Mirai tragó con dificultad y asintió, su voz quebrada.
— Sí, él era mi abuelo...
Un silencio pesado llenó la habitación. La anciana finalmente habló.
— Ese Hokage... tenía conocimiento del pergamino, por eso imagino que no fue difícil para ustedes encontrarlo.
La palidez se apoderó de Mirai.
— ¿Mi abuelo sabía que algo tan peligroso existía...?
— No logras entenderlo aún. — Dijo la anciana con severidad. — Ese hombre, el guardián del pergamino, no lo creó. Empezó a resguardarlo una vez que su gente lo creó sin su permiso, y gracias a la buena relación que tenía con el Hokage, ambos prometieron cuidarlo a través de su sangre.
La mención hizo que Mirai palideciera aún más. Sus ojos rojos reflejaban la misma sangre, y esa comparación se reflejaba en la habitación.
— Para que el pergamino no fuera abierto, pactaron con su sangre. La única manera de abrirlo es a través de la sangre de alguno de los dos, y ese trato... también involucra a sus descendientes.
El impacto de esas palabras se sintió en la habitación. El ambiente estaba cargado de tensión, y el silencio era palpable. La vela en la esquina de la habitación parpadeaba, añadiendo una atmósfera inquietante al momento.
— Mirai... si alguien se entera que intentas adentrarte en el mundo clandestino, serás el objetivo con la recompensa más alta. — Advirtió la anciana con severidad. — Con sangre Sarutobi y siendo del futuro, ganarás mucho interés. Habrá quienes te querrán solo para hacerse con el pergamino y Llevarlo a la Ejecución del Mismo. Es muy peligroso para todos que tú estés afuera... pero tampoco es seguro mantenerte escondida.
Mirai tragó con dificultad, intentando mantener la calma mientras su expresión se torcía más en una mueca que en una serena compostura. La tensión en la habitación era palpable mientras la anciana intentaba acercar su rostro al de Mirai, a pesar de la distancia de tres pasos que las separaba.
— No les mientas a esos niños. Tarde o temprano, se toparán con cosas horribles, incluso si estás con ellos. No puedes evitarlas. — Suplicó la anciana, su preocupación genuina evidente en su expresión. — Piénsalo. Hay una Uchiha entre ellos, y Niños de clanes que actualmente aun no existen. Son ninjas... no puedes protegerlos para siempre.
Mirai luchó por mantener la compostura, pero las ojeras debajo de sus ojos eran evidentes. El cansancio la estaba alcanzando. Recordó vivamente a su maestro y su último deseo.
Recordó los rostros de aquellos que ya no estaban: Sakura, el Hokage, Chouji-san, Ten-Ten-san... todos vivían en sus recuerdos. Y en su lugar, veía las caras de los niños, enfrentando la pérdida de su mundo.
Apresó el agarre en sus rodillas y miró a la anciana.
— Acepté una misión. — Dijo, como si quisiera apartarse de las palabras de la anciana. — Dijeron que, si la cumplía, me tomarían en cuenta. La voy a hacer.
La anciana alzó la mirada cuando Mirai se levantó, pero esta última parecía inexpresiva, con las sombras de la vela danzando en su rostro cansado.
— Yo hice una promesa. Y aunque... entiendo que les va a llegar el momento de luchar, no voy a descuidarlos. — Los ojos ennegrecidos de Mirai sorprendieron un poco a la anciana. — Por favor... sostén la mentira solo un poco más.
La anciana lucía irritada y chistó mientras miraba al suelo. Iba a ayudarlos como fuera, y eso incluía a Mirai, pero comprendía las prioridades y las desventajas de sobreproteger a los niños. Habló sin mirarla, con los ojos cerrados y el sudor en la frente.
— ¿Qué misión te dieron?
Mirai se volvió cuando estaba a punto de salir de la habitación, y apoyó una mano en la pared, su expresión seria y exhausta. El ambiente estaba cargado de tensión, y los olores de la vela y la piedra llenaban el aire. Luego, habló mientras miraba a una esquina de la habitación.
— Es algo fácil. Tengo que robar el regalo de bodas de la esposa del señor feudal.
La respuesta impactó a la anciana, que suspiró y se hundió en su asiento en el suelo. Mirai la observó un momento antes de salir y dijo con un tono bajo pero respetuoso:
— Voy a estudiar la misión. Si no es una molestia... mantenlos entretenidos, por favor. — Le dijo en un tono apagado. — Buenas noches.
Luego abandonó la habitación, dejando a la anciana a solas con sus pensamientos.

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