—Hola —dije torpemente, mientras era recibido por los ojos húmedos y brillantes de Flora y Aster. En la vasta extensión de las sábanas blancas, Atlas parecía demasiado pequeño y frágil.
Una sensación de presagio se apoderó de mí; ¿algo había salido mal en el rescate?
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarles?
Después de todo, Arthur debió haberme llamado por alguna razón u otra.
—Simplemente sentí la necesidad de agradecerte en persona. Si tú no hubieras estado allí... —Arthur aspiró una bocanada de aire y rápidamente sacudió la cabeza, como si haciendo eso pudiera desterrar el horroroso pensamiento de la muerte de su hijo—. No, no, ya has hecho demasiado por nosotros.
—No hay necesidad de agradecimientos tan efusivos —dije, sintiéndome un poco cohibido—. Salvarlo fue lo correcto. Aunque me esperara una gran reprimenda después —. Espero que Atlas se recupere por completo. ¿Necesitan algo más de mí?
Sí podría cumplirlo era otra historia, pero no hacía daño preguntar.