El resto del viaje se hizo en un incómodo silencio, mientras Damon abusaba sin piedad del pedal del gas y del volante del coche. Ni siquiera me sorprendería si los neumáticos empezaran a echar humo por la fricción de la velocidad con la que cruzábamos el terreno accidentado de vuelta a Colmilloférreo.
Como Damon estaba al volante, Blaise se encargaba de buscar el camino y comunicarse con Elijah en Colmilloférreo. Yo solo podía mirar por el espejo retrovisor cómo el rostro de Blaise se alternaba entre un verde pálido y un blanco mortecino cada par de minutos, cambiando como si estuviera representando un espectáculo.