—Damon dijo de manera burlona: «Suena más desesperada de lo que pensé. ¿Qué pasó con toda esa fanfarronería sobre no volver a acostarte conmigo?»
—Yo―
—Tú, —dijo Damon, interrumpiéndome—, prácticamente te estás ofreciendo como una puta común, abriendo las piernas justo como aquellas mujeres que despreciabas en aquel entonces, llevando ese viejo collar. Se rió, su tono todavía burlón. «O tal vez eso es lo que siempre quisiste, ¿en secreto quieres que te folle?»
—Tú― No podía ver su cara, pero no necesitaba imaginar la autosuficiencia irradiando de cada poro. Lancé mi puño, tratando de golpear en la dirección general de donde venía su voz.
La risa de Damon rebotó en las paredes cerradas de la cueva mientras él fácilmente capturaba mi puño en lo que parecía la palma de su mano. Con un giro y un tirón, me acercó directamente a sus brazos, apretándome plana contra él entre él y la pared.