—Por favor, Fil... No me dejes. Seré bueno, simplemente... no me dejes.
Aparecieron líneas profundas entre las cejas de Fil al mirar a Vincente. Todo su cuerpo temblaba y su abrazo era fuerte. Podía sentir la desesperación y el miedo en su calidez, lo cual no esperaba.
—¿Está... llorando? —se preguntó, parpadeando, recordando al Vincente que conocía en los años pasados—. ¿Está llorando...?
Vincente enterró su cara en su hombro, aferrándose a su ropa con fuerza. Sus dientes estaban apretados, reuniendo su valor para decir una palabra. Pero ay, nada salió. Todo lo que pudo hacer por un momento fue aferrarse a ella como si tuviera miedo de que, una vez la soltara, ella desaparecería para siempre.
—No me dejes —logró decir a través de dientes apretados tras un minuto completo de silencio—. No puedo ni podré seguir adelante si tú lo haces.