—Abandonaste a tu gente buscando a nuestra hija ya muerta —dijo—. Desencadenaste todos nuestros traumas. Lo alteraste todo. ¡Mira a Corral! ¡La abandonaste! ¡La dejaste ir! Estabas tan obsesionada con encontrar una historia que te olvidaste de la que nos dejaron los dioses.
—¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! —gritó ella en agonía con las manos sobre las orejas.
Él se quedó en silencio por un instante y luego, con voz suave, dijo:
—Escarlata se ha ido. Ella está muerta. Murió hace mucho tiempo. Si el kraken surgió entonces es posible que las sirenas la hayan movido de su cuerpo. Esa es la única explicación —dijo—. Cuanto antes lo aceptes, mejor para todos nosotros. Porque estás desgarrando a esta familia.
Y después de esa declaración, él se dio la vuelta y se alejó.
Los otros miembros de la corte se retiraron silenciosamente tras él.
Y la Reina quedó sola.
Se dejó caer al suelo y lloró hasta que no pudo más.