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—¿Por qué lo hiciste? —preguntó él.
Ella se quedó helada y luego tragó saliva.
Dejó de comer.
—No dejes de comer —la instó él.
Ella suspiró suavemente.
—Quiero que me cuentes todo. Y sin mentiras —dijo—. Ya has mentido suficiente.
Ella se estremeció como si le dolieran sus palabras, pero asintió.
El lobo a sus pies bostezó y ella se sintió atraída hacia él.
—¿De dónde eres? —preguntó ella dulcemente.
Extendió su mano suavemente hacia sus orejas.
Él puso su cabeza contra su mano y comenzó a comportarse dulcemente.
Ella sonrió mientras lo acariciaba suavemente. —Normalmente él no se siente cómodo con la gente. Ni siquiera con aquellos a quienes he pedido que cuide —dijo Erik.
—Oh, pero parece un pastelito dulce. Un chico tan lindo —dijo ella mientras lo acariciaba con cariño.
Él se giró boca arriba y dejó que le acariciara el vientre.
—¿Cómo se llama? —preguntó ella.