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La camisa de Chu Yanshen estaba desabrochada, revelando su cuerpo bien formado. Normalmente parecía frágil, pero ahora quedaba claro que sus músculos eran increíblemente suaves.
Madame Chu lo miraba fijamente en su brazo derecho, donde en efecto había una cicatriz blanca.
La marca estaba bastante desvanecida, por lo que debía ser de hace varios años.
Las orejas de Chu Yanshen se tiñeron ligeramente de rojo mientras tiraba de su ropa —¿Qué estás haciendo?
—No te muevas —Madame Chu lo detuvo y murmuró—. Te he visto cada parte de ti. Solía bañarte cuando corrías desnudo como un niño, ¿de qué hay que avergonzarse?
Después de estas palabras, el cuerpo de Chu Yanshen se tensó.
Madame Chu también se sobresaltó.
Con su hijo mayor, le resultaba cada vez más difícil interactuar.
Era bueno que su hijo fuera fuerte, pero también la hacía sentir constreñida.
Le resultaba mucho más natural interactuar con Chu Cimo.
Cuando estaba de buen humor, le daba una paliza.