Huanhuan podía tolerar la frialdad de Sang Ye, y también podía aceptar su identidad como demonio.
Pero nunca toleraría que él lastimara a su familia.
Esa era su línea roja.
Sang Ye se quedó atónito en el lugar durante mucho tiempo.
Huanhuan lo miró. —La montaña rocosa es tu hogar. No importa cuán lejos vayas o cuántas cosas equivocadas hayas hecho, puedes volver en cualquier momento que quieras. Pero no puedes lastimar a tu familia.
Sang Ye no dijo nada.
—Incluso si realmente estás infeliz, puedes enfrentarte directamente a los adultos. Pero Big Goody es solo una niña. ¡La viste crecer! —exclamó Huanhuan.
Sang Ye giró la cabeza y miró a Shuang Yin.
—Tienes que disculparte con ella —dijo Huanhuan.
Sang Ye desvió la mirada. —La he olvidado.
Huanhuan miró su rostro indiferente, y su corazón de repente se volvió frío.
—Será mejor que reces para que nunca recuerdes —le advirtió.
Con eso, se giró y se alejó.
Sang Ye seguía de pie allí, mirándola irse.