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79.41% "El Renacer en Runaterra" / Chapter 27: CAPITULO 27

Kapitel 27: CAPITULO 27

Quetzulkan no sabía dónde estaba Zoe, y agradeció que no estuviera causando problemas visibles. O tal vez sí los estaba causando, pero Quetzulkan no escuchó nada más que el ruido normal de la ciudad: gente hablando y peleando. Él sabía brevemente cómo era la situación en Zaun, una ciudad marcada por el caos y la contaminación, donde la gente luchaba diariamente por sobrevivir.

 

Pronto, Quetzulkan encontró una taberna. Entró y pidió mucho alcohol, algo poco usual en él, pero sentía que necesitaba calmarse mentalmente. Cuidar a una niña como Zoe le estaba afectando más de lo que esperaba. Mientras bebía, conoció a Vander, un hombre diferente a las personas típicas de Zaun, con un aire de autoridad y respeto. Se hicieron amigos rápidamente y, tras una buena conversación, Quetzulkan sintió que debía irse. Aún no sabía dónde estaba Zoe, pero a pesar de sus travesuras, había prometido cuidarla mientras durara su misión.

 

Salió de la taberna algo mareado, pero se recuperó rápidamente. Su cuerpo parecía adaptarse más y más, y el alcohol casi no podía embriagarlo, aunque el alcohol de Zaun era de otro nivel. Mientras vagaba por las calles, se encontró con bandidos y ladrones que intentaron molestarle. Quetzulkan, con su fuerza y habilidades, los noqueaba fácilmente y los dejaba tirados en las calles donde lo atacaban.

 

Más tarde, Zoe volvió a aparecer con sus portales, intentando asustar a Quetzulkan por detrás. Pero él, acostumbrado a sus travesuras, solo le dio una mirada aburrida. Zoe, desilusionada, dijo que Quetzulkan no era divertido y siguieron caminando, mientras ella no dejaba de hablar o desaparecer de vez en cuando. Finalmente, llegaron a una comunidad donde conocieron a una niña llamada Zeri, una maga nata, hiperactiva y vivaz, pero educada.

 

Zeri tenía un problema: su padre estaba herido debido a un accidente en su trabajo. Quetzulkan decidió ayudar y curó al padre de Zeri. Agradecidos, le ofrecieron alojamiento a él y a Zoe, quien eventualmente se unió a ellos.

 

Antes de que oscureciera, la comunidad fue atacada por algunos maleantes de Zaun. Quetzulkan decidió ayudar sin pensarlo dos veces. Las cosas parecían ir bien hasta que Zoe, en vez de ayudar activamente, se la pasaba jugando y gastando bromas, lo que casi resultó en la pérdida de algunas vidas inocentes. Afortunadamente, Quetzulkan logró arreglar el desorden y solo perecieron algunos habitantes. Sin embargo, el lugar ya no parecía habitable.

 

Viendo a las personas buenas que los recibieron llenas de desesperanza y tristeza, Quetzulkan quiso ayudar más. Conjuró un árbol mágico y, con más poder, hizo que crecieran más y más árboles llenos de magia de vida y naturaleza. Pronto, estos árboles comenzaron a purificar el aire de la zona. Los frutos que crecían en ellos eran capaces de sanar a las personas, no de manera potente, pero sí lo suficiente para ser útiles. La comunidad, asombrada y agradecida, prometió cuidar de Zaun con el regalo que les dio.

 

Quetzulkan, cansado por haber usado demasiada magia, resistió y sintió que su cuerpo se recuperaba lentamente pero bien. Zoe, por su parte, observó en silencio cómo las personas parecían estar genuinamente agradecidas con Quetzulkan por haber usado su poder para ayudarlas. Zoe sintió que quizás sería bueno ayudar como lo hacía Quetzulkan y recibir esa gratitud de los demás. Por primera vez, Zoe se preguntó si su camino de travesuras y juegos no podía ser complementado con actos de verdadera bondad.

 

Al día siguiente, Quetzulkan y Zoe continuaron con su viaje, o mejor dicho, la misión de Zoe. Probando suerte, Quetzulkan preguntó nuevamente cuál era la misión de Zoe. Esta vez, perdida en sus pensamientos, Zoe respondió que su misión era buscar al nuevo Ascendido que había aparecido en Ionia.

 

Quetzulkan, extrañado, preguntó por qué estaban en Zaun si su misión era en Ionia. Zoe, dándose cuenta de su error, dijo rápidamente que tenía otras misiones secretas en Zaun y que ya las había cumplido. Sin dejar hablar a Quetzulkan, Zoe creó un portal hasta Ionia y lo cruzó junto con Quetzulkan.

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Durante el trayecto, Quetzulkan comenzó a hablarle brevemente a Zoe sobre su pasado, mencionando el doloroso recuerdo de haber perdido a su familia. Zoe, percibiendo la importancia de este desvío para su compañero, aprobó la idea de desviarse y visitar el pueblo de Quetzulkan. A medida que se acercaban, el corazón de Quetzulkan latía con fuerza y ansiedad, reviviendo las memorias de aquella trágica pérdida. Los recuerdos de su familia y su hogar lo inundaban con una mezcla de nostalgia y dolor, haciéndolo sentir vulnerable y expuesto.

 

Zoe, ajena a lo que sucedía en el interior de Quetzulkan, flotaba felizmente cerca, aunque su mente también estaba ocupada con pensamientos profundos. Reflexionaba sobre lo que habría ocurrido si ella hubiera ayudado a los zaunitas. Se preguntaba si ellos también se habrían sentido agradecidos con ella, como lo habían hecho con Quetzulkan. Reconocía que él era un vastaya amable y comprensivo. A pesar de que Zoe a menudo actuaba como una niña malcriada, había madurado considerablemente a lo largo de los años. Había conocido a muchas personas en sus viajes, pero la mayoría de ellas habían muerto de vejez o por otras causas mientras Zoe cumplía con su deber como Aspecto del Crepúsculo.

 

Ahora, Zoe rara vez hacía amigos. Como cualquier ser pensante y con sentimientos, sentía tristeza por la muerte de muchos de sus amigos que habían perecido antes que ella. Para protegerse del dolor, Zoe había adoptado una actitud infantil y juguetona. Esta máscara de comportamiento malcriado y despreocupado era su mecanismo de defensa, un intento de ocultar la tristeza y el vacío que sentía por la pérdida de aquellos que consideraba familia.

 

Dentro de su corazón, Zoe llevaba una carga de tristeza y tragedia que casi nadie conocía. Los recuerdos de los momentos felices y las risas compartidas con sus amigos eran ahora sombras de un pasado irrecuperable. Cada vez que veía a alguien morir, una parte de ella también moría. Esta pérdida constante la había llevado a distanciarse emocionalmente, optando por relacionarse solo con seres longevos, aquellos cuya vida útil sería más larga que la de los humanos o seres no longevos promedio de Runaterra.

 

El dolor de perder a sus amigos y seres queridos había dejado cicatrices profundas en el alma de Zoe. Las risas y aventuras compartidas se habían convertido en ecos lejanos, recordatorios de una felicidad que parecía imposible de recuperar. La tristeza que Zoe sentía era un peso constante, una sombra que la seguía a donde quiera que fuese. Esta tristeza se manifestaba en su necesidad de jugar y actuar de manera traviesa, una forma de mantenerse alejada de la realidad de la muerte y la pérdida.

 

Mientras avanzaban hacia el pueblo de Quetzulkan, Zoe flotaba cerca, aparentemente despreocupada, pero en su interior, luchaba con sus propios demonios. La fachada de la niña malcriada era solo una máscara para proteger su corazón herido. Las bromas y travesuras eran su forma de mantener a raya la tristeza, de evitar enfrentar el dolor de la soledad y la pérdida. Zoe recordaba a sus amigos con cariño y dolor, sabiendo que nunca podría recuperarlos, y esta realidad la empujaba a mantenerse distante y protectora de sí misma.

 

El viaje hacia el pueblo de Quetzulkan se volvió una travesía no solo física, sino emocional para ambos. Quetzulkan enfrentaba los fantasmas de su pasado, mientras Zoe confrontaba la realidad de su soledad y la necesidad de encontrar un propósito más allá de su deber como Aspecto del Crepúsculo. En silencio, ambos compartían un entendimiento tácito de la tristeza y la tragedia que marcaban sus vidas. Zoe observaba cómo Quetzulkan enfrentaba su dolor con valentía, y una parte de ella deseaba poder hacer lo mismo, enfrentar sus propios demonios con la misma fortaleza.

 

Al llegar al pueblo de Quetzulkan, los recuerdos se volvieron abrumadores para él. La vista de su hogar, aunque cambiado por el tiempo, le trajo una oleada de emociones. Los rostros de su familia y amigos aparecieron en su mente, y sintió una mezcla de dolor y alivio. Zoe, flotando a su lado, observaba con curiosidad y empatía. Ella podía sentir la intensidad de los sentimientos de Quetzulkan, y aunque su comportamiento travieso no cambiaba, en su interior sentía una profunda compasión por su amigo.

 

Zoe había visto mucho a lo largo de sus años, había presenciado el ciclo de la vida y la muerte innumerables veces, pero nunca se había acostumbrado al dolor de la pérdida. La inmortalidad tenía su propio precio, y para Zoe, ese precio era la soledad eterna y la tristeza constante. Cada nuevo amigo era un recordatorio de los que había perdido, y cada pérdida era un nuevo golpe a su corazón. Ver a Quetzulkan enfrentar su dolor con tanta entereza le dio a Zoe una nueva perspectiva sobre su propia tristeza.

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Cuando llegaron a las cercanías del pueblo de Quetzulkan, él se sorprendió enormemente. Su pueblo, que antes había sido destruido, estaba ahora casi completamente reconstruido. Las casas, los caminos, y los campos que antes eran ruinas y escombros, se levantaban ahora con una nueva vida. Las sonrisas y las risas de los habitantes del pueblo llenaban el aire, un testimonio del espíritu resiliente y la fuerza de la comunidad. Quetzulkan sentía una mezcla de alivio y nostalgia al ver todo esto, recordando los tiempos felices y dolorosos de su pasado.

 

Zoe también se sorprendió, pero por una razón completamente distinta. Mientras flotaba cerca del pueblo, una sensación familiar la golpeó. El lugar donde se encontraban era, de hecho, el sitio donde Zoe tenía que ir en su misión. Aquí era donde había aparecido el nuevo Ascendido. La mente de Zoe comenzó a conectar los puntos rápidamente. La revelación fue impactante: el nuevo Ascendido que había estado buscando siempre estuvo junto a ella. Zoe miró a Quetzulkan y comprendió la verdad. Quetzulkan era, en realidad, el nuevo Ascendido.

 

La misión de Zoe era vigilar al nuevo Ascendido y asegurarse de que no se convirtiera en una catástrofe para Runaterra. También debía intervenir si Quetzulkan se desviaba de su camino. Esta era una tarea seria y crucial, y Zoe se dio cuenta de la magnitud de su responsabilidad. Pero durante su viaje con Quetzulkan, Zoe había llegado a conocerlo bien. Quetzulkan no era alguien propenso a desviarse por el camino del mal. Era un vastaya de corazón noble, bondadoso y paciente. Había demostrado repetidamente su compasión y su disposición a ayudar a los demás, incluso cuando eso significaba poner en riesgo su propio bienestar.

 

Con todo esto en mente, Zoe se encontraba ante dos posibilidades para abordar su misión. La primera era ser constante y estar en todo momento con Quetzulkan para vigilarlo de cerca. Esta opción requería dedicación y un compromiso constante, algo que Zoe rara vez hacía en sus misiones. La segunda opción, la que Zoe siempre tomaba, era seguir los pasos de Quetzulkan de vez en cuando, tomando tiempo libre para hacer otras cosas y regresar a su misión cuando lo considerara necesario. Esta segunda opción le daba la libertad de ser la Zoe juguetona y despreocupada que solía ser.

 

Normalmente, Zoe elegiría la segunda opción sin dudarlo. Pero esta vez, algo dentro de ella le decía que no estaría mal escoger, por primera vez, la primera opción. Tal vez era el tiempo que había pasado con Quetzulkan, o quizás la admiración que sentía por su fortaleza y nobleza. Zoe se decía a sí misma que nada cambiaría si escogía la primera opción, que solo lo haría para variar. Sin embargo, en su corazón, sabía que algo más profundo la impulsaba a quedarse.

 

Mientras Zoe reflexionaba en su interior, Quetzulkan ya estaba reunido con Maestro Yi, quien lo esperaba en su pueblo. Maestro Yi, el gran espadachín de Ionia, había venido a recibir a Quetzulkan y a discutir su futuro. Los dos guerreros se sentaron juntos, hablando de los acontecimientos pasados y de lo que debía hacerse a continuación. Quetzulkan, a pesar de su fortaleza, sabía que necesitaba aprender a controlar sus nuevos poderes. Era una responsabilidad enorme y no podía hacerlo solo.

 

Maestro Yi acordó que Quetzulkan debería aprender a controlar sus poderes y que el mejor lugar para hacerlo era el monasterio de Hirana. Este monasterio era un lugar de paz y sabiduría, donde los monjes se dedicaban a perfeccionar tanto su espíritu como su cuerpo. Allí, Quetzulkan podría recibir el entrenamiento necesario para comprender y manejar sus habilidades.

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Antes de partir a su entrenamiento, Quetzulkan fue a hablar con Zoe. Había prometido ayudar a Zoe con su misión, y ahora que estaban en Ionia, Quetzulkan quería terminar rápidamente para poder aprender más sobre sí mismo y sus habilidades en el monasterio de Hirana.

 

Pronto, Quetzulkan encontró a Zoe, quien parecía absorta en sus pensamientos, aún en la entrada del pueblo. Quetzulkan despertó cuidadosamente a Zoe, tocándole ligeramente el rostro. Zoe salió de sus pensamientos y vio a Quetzulkan con una mirada preocupada. Se sonrojó, pero para no demostrarlo, se volteó y le dijo a Quetzulkan que ya había encontrado su objetivo. Quetzulkan se alegró y le preguntó si tendrían que ir a otro lugar para continuar la misión.

 

Zoe, aún dándole la espalda, dijo brevemente que Quetzulkan ahora era libre de hacer lo que quisiera. Quetzulkan asintió, notando el comportamiento raro de Zoe. Entonces, Zoe abrió un portal para irse. Antes de partir, Quetzulkan le dijo que, aunque a veces había estado enojado por sus travesuras, había sido agradable viajar con ella y que se alegraba de haber hecho un nuevo amigo. Zoe, sin mirar atrás, se fue con una radiante sonrisa.

 

Quetzulkan emprendió su viaje nuevamente hacia el monasterio de Hirana. Pasaron algunos días, ya que Quetzulkan viajaba a pie, reflexionando sobre su poder. Sin previo aviso, un portal apareció junto a él. Familiarizado con ese portal, Quetzulkan se detuvo y vio salir a la radiante pero traviesa Zoe. La saludó cálidamente y le preguntó por qué estaba allí o si había olvidado decir algo.

 

Zoe respondió con su propio saludo y, sin responder a su pregunta, comenzó a hablar. Le explicó que su misión trataba de encontrar al nuevo Ascendido y que debía estar en todo momento con él, vigilándolo sin pausa. Zoe terminó de hablar con una sonrisa juguetona.

 

Quetzulkan, sin comprender del todo, pero con una idea en mente, preguntó entonces dónde estaba el Ascendido. Zoe, sin decir nada, señaló hacia Quetzulkan. Quetzulkan se sorprendió. Sabía que era un Ascendido, pero nunca había oído de un vastaya Ascendido. Hasta donde sabía, todos los Ascendidos eran humanos.

 

Quetzulkan, con muchas preguntas, intentó saber más. Zoe le explicó que los humanos podían ascender con el disco solar de Shurima, pero que seres mágicos como los vastaya o los yordles también podían ser ascendidos, aunque era raro. Los yordles que practicaban activamente la magia y eran lo suficientemente mayores podían ascender por cuenta propia.

 

Los Ascendidos eran conocidos como semidioses por su tremendo poder, y algunos incluso podían llegar a ser dioses legítimos. Zoe continuó explicando que había dos requisitos para ser un semidios. El primero, aunque no obligatorio, era haber vivido lo suficiente para ser considerado una entidad antigua. El segundo requisito era alcanzar un nivel de magia como la de un dragón anciano o mayor.

 

Por eso los dragones ancianos eran tan temidos, ya que tenían el poder de un semidiós. Zoe señaló que Quetzulkan había cumplido el segundo requisito, lo que significaba que había nacido con el poder de un semidiós. Esto era casi imposible, pero había algunos ejemplos como Ornn, Volibear y Anivia de Freljord. Quetzulkan había accedido a su poder después de una intensa sensación emocional.

 

Quetzulkan comprendió casi todo lo que Zoe dijo. Se dio cuenta de que tendría a Zoe, el Aspecto del Crepúsculo, pisándole los talones. Aunque resignado, Quetzulkan recordó cuidar a su hermano menor, lo que le hizo pensar que no sería tan diferente cuidar de Zoe.

 

Entonces, Quetzulkan le dijo a Zoe dónde iría y qué haría, pidiéndole explícitamente que no lo molestara mientras practicaba. Le prometió que jugaría con ella cuando estuviera libre. Zoe, feliz y contenta de que su plan tuviera éxito, siguió a Quetzulkan. Pero la tranquilidad no duró mucho, ya que Zoe se aburría con facilidad. El viaje tranquilo de Quetzulkan se volvió más animado con Zoe cerca.


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