"Tengo hambre. Vamos a cenar".
El repentino cambio de tema de Alessandro me tomó por sorpresa. Después de todo lo de desollar, montar cabezas en las paredes y usar chaquetas, no sentía mucha hambre.
Aún así, Alessandro no se dejó desconcertar por nada de eso. Simplemente se arregló la corbata y se puso una chaqueta. Me ayudó a encontrar mis zapatos y me tendió un brazo para que caminara con él hasta el comedor.
Me llevó a una pequeña habitación privada al costado de la sala principal. Estaba intrincadamente decorada, con cálidas y ricas maderas, piedras terrosas y todo tipo de telas hermosas. Velas ardían por todo el espacio, iluminándolo y manteniéndolo un poco más cálido que el comedor principal con corrientes de aire.
Ya había ensaladas en los cubiertos. Alessandro me acercó la silla. Me senté y ya se me hizo la boca agua al verlo. Era una hermosa ensalada César de color verde intenso. En el momento en que Alessandro se sentó, comencé a intervenir.