Jaime.
¿Qué hacer cuando te despojan de todo lo que conocías? ¿Te retiras y finges que no te importa? ¿Existe un refugio mental para sanar el dolor interno que te devora? Había presenciado el sufrimiento de otros en numerosas ocasiones, pero nunca lo había comprendido hasta ahora.
—¿Estás listo para ir? —Greg gritó desde la sala de hospital abierta. Me habían asignado una habitación privada en una de sus instalaciones, donde podría recuperarme mientras el mundo creía que estaba muerto.
—Sí —respondí mientras metía las últimas pertenencias en una bolsa de lona.
Hace dos semanas, mi hija había fallecido, y según lo que el departamento de Greg y los medios habían difundido, yo también había perdido la vida. Evitaba la cárcel, pero no la protección. Según Greg, seguir siendo parte de la vida de Becca o de los niños los ponía en peligro. Si realmente los amaba, los dejaría seguir adelante.
Pero no podía avanzar.