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56.25% Lazo cósmico / Chapter 18: 9.1

Kapitel 18: 9.1

Helena temblaba descontroladamente mientras buscaba quitarse las gafas. Sus manos, heladas por el miedo, apenas podían sujetarlas. Las palabras del discurso aún resonaban en su mente, llenándola de una confusión y un terror indescriptibles. Ansiaba con todas sus fuerzas huir de aquel lugar, pero para hacerlo, debía primero enfrentar la realidad que la aterraba. Con paso vacilante y la mirada fija en el suelo, se obligó a retirar las gafas.

En ese instante, una presencia cálida la envolvió. Alguien se encontraba a su lado, pero Helena no se atrevía a levantar la vista. La vergüenza de ser vista por alguien conocido la paralizaba. La persona a su lado buscaba su rostro con insistencia, pero ella se negaba a mostrárselo, moviéndose de un lado a otro como un animal acorralado.

De pronto, sus movimientos bruscos se vieron detenidos. Unas manos firmes, pero delicadas, sujetaron su mentón y la obligaron a mirarlo a los ojos. En ese preciso momento, sus miradas se encontraron. Los ojos de Helena, enrojecidos por una lágrima, se clavaron en los profundos ojos grisáceos de Jensen Villenzo. Y al igual que ella, él no podía creer lo que estaba viendo.

—Helena Ortiza, tú...—mencionó el chico, desviando la mirada hacia los labios de Helena antes de apartar bruscamente su rostro, llevando las manos hacia su boca y evitando por completo encontrarse con los ojos de la morena.

—Yo...lo siento, no quise hacerlo

—dijo visiblemente agitada al ver la sorpresa en el rostro de Jensen por aquel inesperado encuentro.—Algo me impulsó a besarte, no fue mi intención, de verdad—agregó, con el rubor tiñendo sus mejillas, incapaz de creer lo que estaba confesando.

—Yo... no entiendo lo que está pasando...—comenzó el chico, su mirada alternando entre la mano de Helena y la suya propia—Tu eres mi...

—No, por favor, no lo digas—suplicó angustiada.

El joven quedó en silencio por un momento, sumido en sus pensamientos, antes de pronunciar con suavidad: —...eres mi pareja cosmica—

Helena se cubrió el rostro con las manos, incapaz de mirar en ninguna dirección, abrumada por la situación.

—¿Estás de acuerdo con esto?—recapacitó Jensen, acercándose a Helena, mientras se ajustaba su cachucha.

—No, claro que no. Esto es una locura, no pueden obligarnos a esto. ¿Piensas lo mismo, verdad?—respondió ella con determinación, llevándose las uñas a la boca.

—No, claro que no pueden—confirmó el futbolista.—La señora del altavoz mencionó que si teníamos alguna queja fuéramos a hablar con ellos, así que vamos—añadió, antes de partir seguido por ella, quien apenas podía seguirle el paso, con el corazón aún acelerado por la confusión y el desconcierto.

....

—¡¿Cómo que nos sacarán del planeta?!

—tanto Jensen como Helena alzaron la voz, sorprendidos por la declaración.

—Así es, señores—mencionó una mujer con orejas puntiagudas, sentada detrás de un escritorio.

—Joven, por favor, aún no estoy casado para que me llame de esa manera—comentó Jensen con una pizca de humor.

—¿Está seguro de eso?—respondió la señora, mirando el dedo del chico que aún seguía iluminado de un verde esmeralda.

—Pero, ¿de qué está hablando?

—Al besarse, aceptaron unirse como pareja de lazo cósmico, es como si realmente se hubieran casado.

—¿!Que!?—gritó la escritora.

—¡Pero ella fue la que me besó!—el chico llevo su mirada hacia ella, quien ahora se encontraba muy avergonzada.

—¡Ya te dije que no lo hice a propósito!—Helena no se quedó callada.

—Wow, tan irresistible soy que me robaste un beso sin saber ¿quién era?—contesto el chico orgulloso.

—¡Tú iniciaste primero! ¿Por qué tendrías que andar olfateando a la gente si...

—Basta, no importa quién haya iniciado el beso—dijo la señora, cortando la discusión—lo importante es que ahora están unidos como pareja casada. Señor Villenzo, mire su lazo cósmico, ahora está en su mano derecha.

—¡Y eso que significa!

—Cósmicamente, son marido y mujer, por lo tanto, es importante que vivan juntos durante los 4 años prometidos. Después de ese tiempo elegirán qué hacer con sus vidas.

—No bromee conmigo y quítenos esto de aquí, vamos—alegó él, con la mano en el aire, visiblemente molesto.

—No se puede. Ya les dije que la única manera es que se vayan del planeta Tierra—suspiro la señora mirando a la pareja con seriedad.

—Por favor, díganos que es mentira lo que nos está diciendo—ahora fue Helena quien habló.

—Lo siento, pero es verdad. Si no hay lazo cósmico, no hay razón para dejarlos vivir en este mundo.

—Bueno, por la simple razón de que nacimos en este mundo—volvió a hablar Helena, buscando desesperadamente una solución a la situación tan inesperada, que no encontraba motivo para no sentirse agitada de nervios.

—Lo sentimos, pero ese no es el caso. Si no desea vivir con su infinity, le pedimos que firme unos papeles y para mañana este asunto estará arreglado. Pero ya sabe lo que haremos: la llevaremos a otro planeta, donde tendrá lo básico para vivir cómodamente, pero a cambio trabajará para nosotros de por vida. Ah, y me parece importante avisarles que en ese lugar no existen estadios ni equipos de fútbol, ni nada similar. Así que elija sabiamente, señor Villenzo. Y para usted, señorita escritora, no habrá ningún problema. Allá podrá escribir todo lo que desee, pero claro, lo hará después de trabajar para nosotros—respondió la señora, mordiendo una manzana mientras observaba a los dos chicos discutir la situación.—Reflexionen detenidamente. Son una pareja de Infinitys, una rareza en su especie. Mientras estén en la Tierra, todos sus deseos podrán hacerse realidad. Así que, ¿qué esperan?

.....

—Jensen, por favor, préstame tu celular. Necesito hacer una llamada—imploró Helena.

—¿No sabes? Los celulares están inservibles después de que iniciamos con esta ceremonia, o como se le llame a lo que hicimos.

—Dios, ¿y ahora qué hago?—soltó, sintiendo una oleada de desesperación mientras caminaba de un lado a otro.

—Helena...—El futbolista detuvo su andar y con una voz cargada de emoción dijo: —Mi vida está aquí en la tierra...lo siento pero yo no puedo renunciar a ella. Y sé que tú también quieres esto. Pero si es la única forma de que permanezcamos aquí, entonces debemos hacerlo. Ya verás que el tiempo pasará volando—aclaró, con su mirada seria y penetrante que transmitía la urgencia del momento mientras la observaba fijamente.

En ese instante, un cálido cosquilleo envolvió a Helena de nuevo, haciéndola sentir la intensidad con mayor claridad.

—Estás algo roja ¿Te encuentras bien? —dijo él, al ver que las mejillas de Helena cambiaban de color.

—Sí, solo que...

—¿Y bien?—interrumpió la señora de orejas puntiagudas detrás de su escritorio.

—Ya lo decidimos—añadió Helena, con determinación.

—Entonces díganme su respuesta.

—Viviremos juntos—concluyó ella, con un nerviosismo consagrando su cuerpo, y a la vez una ligera sensación de alivio inmutó sus pensamientos.

—Genial, era de esperarse.

Bueno, tienen hasta mañana para hacer la mudanza. Si no cumplen, se despedirán de este maravilloso mundo para el día viernes mis queridos...y si ya no hay nada por lo cual discutir, pueden retirarse y les brindamos nuestros mejores y más sinceros deseos para su nueva vida.—Hablo la señora con un gran entusiasmo que dejó incrédulo a los jóvenes.

—Disculpe, tengo una última pregunta...—

La mujer dejó escapar un suspiro de frustración y rodó los ojos antes de asentir con la mirada, indicando que estaba lista para escuchar las palabras del joven futbolista.

—¿Si ella no me besaba, no estaríamos en esta situación, verdad?

—Si ella no lo besaba, usted tomaría la iniciativa de hacerlo.

—¿Cómo sabe eso?

—Estaban en su momento de pasión, así se le llama cuando unen por primera vez sus lazos cósmicos, pero también tiene mucho que ver el hecho de que sean una pareja de Infinitys—explicaba con calma.

—No entiendo—inquirió Helena, confundida.

—Por ser una pareja de Infinitys, tendrán sensaciones más extremas, serán recíprocas, imposibles de evitar, a eso quiero llegar. Así que Adiós y bienaventurados sean—La señora terminó su explicación con una sonrisa gentil en su rostro. Mientras que Helena se sumió en un silencio contemplativo con sus ojos posandose en Jensen.

—Nota final del capítulo:

—¿Te vuelvo a repetir mi número?

—No, ya lo tengo, gracias. Entonces, hay que decidir dónde viviremos. Yo propongo que en mi casa —habló decidido el joven.

—¿En tu casa? —preguntó Helena algo preocupada.

—Sí, está cerca de mi trabajo.

—Te refieres al estadio.

—Así es —afirmó él.

—Mi casa también está cerca del estadio.

—La única que veo por ahí es una casa que está sin repellar, ¿es esa?

—Sí, pero ya está casi terminada.

—¿Cómo?

—Eh, le faltan algunos detalles, algunos muebles, me parece que energía eléctrica y...

—Bueno, ya no se diga más. Viviremos en mi casa hasta que la tuya esté lista—interrumpió Jensen a la morena.

—Pero...

—No hay peros. Te veo mañana en mi casa. ¿Sabes dónde vivo, verdad?

—La única mansión que hay en el pueblo es la que está a una cuadra del estadio de fútbol. Claro que sé dónde vives.

—Para tu información esa es la casa de Santi, la mía es la que está detrás de esa.

—Ah, bueno, de todas formas sé dónde es.

—Si necesitas ayuda con la mudanza, llámame por teléfono. Solo que en la mañana no podré porque estaré entrenando. Adiós, nos vemos.

—Adiós —suspiró Helena, volteando los ojos, aún sin creer lo que había pasado.


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