El sol alcanza su cenit y un exquisito aroma fresco envuelve al joven. La brisa acaricia su rostro en el vasto jardín de lirios, mientras sus cabellos ondulados reflejan un ensueño. El clima, cálido y apacible, invita a la contemplación. Soichi yace recostado, su abanico de extensas pestañas danza en su mano. De repente, una sensación de familiaridad lo invade. Una voz gentil y pícara lo llama, una voz que jamás olvidará.
Un tanto aturdido, se pone en pie y lo reconoce.
Como en el desenlace de una película romántica, al final de los créditos, los hombres visten con sencillez. Ambos lucen unas ligeras prendas blancas. Sin embargo, Lían no está solo, su rostro ya no muestra heridas e irradia plenitud. Un extraño sentimiento se apodera del pecho de Soichi; se siente feliz. Aun así, pregunta con desconfianza.
—¿Lían?
Pero la cabeza se siente abrumada. ¿Cómo han llegado a ese lugar? ¿Quiénes son aquellos que lo acompañan?
Pero sin darle respuesta, el hombre ya ha comenzado a caminar. En sus brazos, sostiene al gatito que han adoptado, pero ya no se le puede llamar "gatito", ahora parece un gato de varios años, un poco regordete y más tranquilo. La criatura duerme acurrucada en los brazos de Lían. Observando con detenimiento, un niño de hermosas almendras grises se aferra al pantalón del hombre maduro. Mientras tanto, la niña castaña corretea alrededor de ellos, sus bellos ojos verdes irradian alegría. Parecen de la misma edad, no deben tener más de seis años.
Soichi está perplejo; no conoce a esos pequeños. Sin embargo, siente la urgencia de correr hacia ellos.
Él empieza a llamarlo, pero el hombre no se detiene, aunque su paso sea lento. El joven solo puede observar su espalda alejándose, sintiendo cómo la ansiedad se apodera de él. Su cuerpo parece manejarse con torpeza, cada movimiento más denso que el anterior.
Lían se gira y le sonríe. Soichi conoce el significado de esa sonrisa ¡Debe apresurarse para no quedarse atrás! Sin embargo, mientras más se acerca, más lejos parece estar.
La desesperación comienza a ahogarlo. Cada paso que da aumenta su angustia, la sensación de pérdida se intensifica con cada latido de su corazón.
¡Él quiere estar con ellos!
Hasta que cae.
Algo lo está reteniendo.
Cuando mira hacia atrás, de su lado todo se vuelve sombrío. La oscuridad comienza a deslizarse sobre sus piernas. Algo viscoso lo está comenzando a jalar. Las pupilas de Soichi se contraen y empieza a sudar.
Forcejea y forcejea, pero no puede soltar el agarre. Como arenas movedizas, mientras más se mueve, más lo succiona. La sensación de desesperación se apodera de él, como una mano helada en su espalda, palpando cada centímetro de su piel.
Pero... ¿y Lían? Sí, él está volviendo a buscarlo. Soichi grita desesperado, no quiere que les hagan daño.
—¡No vengan! ¡Es peligroso! —Sus palabras rasgan su garganta, cargadas de pánico y angustia.
Los niños lloran y se aferran a un Lían que mantiene una expresión tranquila, casi imperturbable.
—¿Esto? —Su voz temblorosa apenas es audible entre los sollozos infantiles y el sonido sordo que la viscosa masa negra produce al moverse—. ¿Esto no es real?
El monstruo oscuro comienza a dividirse, generando una extremidad grotesca que se alza amenazante.
Su cuerpo tiembla incontrolablemente, cada músculo contraído como si estuviera en el punto de ruptura. Las manos vibran tanto que apenas puede mantenerlas quietas. Cada grito que escapa de su garganta está cargado de una desesperación abrumadora, una sensación de peligro inminente que lo envuelve por completo. Suplica que no avancen, que se detengan.
¡TIC! ¡TAC!
¡TIC! ¡TAC!
¡TIC TAC QUERIDO SOICHI!
El retumbar constante en sus oídos parece taladrar su mente, mientras el joven sigue luchando en vano, siendo absorbido hasta la mitad por esa oscuridad.
Se aferra con desesperación al borde de ese lugar, clavando las uñas y enterrándolas lo más profundo que puede.
Se pregunta una y otra vez en un grito mental desgarrador: ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
¡QUERIDO SOICHI!
¡TIC TAC!
¡HAY QUE IRNOS!
—¡Vete a la mierda! ¡SOLTAME!
La extremidad monstruosa adopta la forma de una mano, pero pronto se divide en cinco dedos largos, cada uno más amenazante que el anterior. Parecen cinco agujas gruesas, extremadamente afiladas, que acarician con la punta todo su cuello. El ritmo hipnótico de "¡TIC! ¡TAC!" resuena en su cabeza, cada vez más fuerte.
Soichi siente cómo la cordura se desliza entre sus dedos, escapándosele como arena. ¡No puede soportarlo más! Es arrastrado del borde con una fuerza sobrenatural, lanzándolo a una distancia que parece insondable. Muerde con fuerza sus labios hasta que la sangre brota, y sus ojos están al borde de estallar, los vasos sanguíneos tensos como cuerdas a punto de reventar.
En medio del caos, Lían llega junto a los niños y el gato. Al verlos grita desesperado.
—¡CORRAN! ¡VÁYANSE! ¡ES PELIGROSO!
Pero ellos se quedan ahí, en silencio, impávidos ante la desesperación de Soichi. Las súplicas del joven se transforman en un ruego desgarrador.
—Por favor... Li... váyanse…
Tal vez las venas oculares al final exploten bajo la presión. Tal vez una pestaña se le incruste en el ojo, añadiendo un dolor físico al tormento emocional que lo consume. O tal vez... está tan roto que no puede parar de llorar.
—Aléjense... Es peligroso... Por favor Li... Por favor...
El hombre al que los lamentos parecen no llegarle, se arrodilla y extiende su mano.
—Vamos a casa.
El cuerpo de Soichi colapsa ante la agonía, su mente y su espíritu desgarrados por la injusticia del destino. No puede articular más palabras, su voz se ahoga en un mar de dolor mientras la oscuridad codicia devorarlo por completo.
Esto...era tan injusto...
A la velocidad de la luz, un dedo atraviesa sus oídos, deslizándose horizontalmente con una rudeza. Dos dedos más se clavan en sus hermosas almendras, uno de ellos atraviesa su yugular, formando un gancho que emerge por su boca, mientras que el último, como un pincho de brocheta, se adentra en sus fosas nasales con una precisión letal.
La dulce voz femenina susurra en su cerebro.
Querido Soichi, es hora de irnos.
Un escalofrío recorre todo su cuerpo mientras la viscosidad de la presencia desconocida lacera su piel, como si intentara arrancarle la carne de los huesos. El cuerpo convulsiona, y de sus orificios la sangre brota en cascada.
Cuando el joven abre los ojos, se encuentra en su departamento, el gatito duerme plácidamente sobre su cuello, ambos recostados en el sillón como si nada hubiera ocurrido. El cuerpo sudando frio, y el pecho baja y sube de forma irregular.
18.15 hs.
Durmió muy poco otra vez. Intenta calmarse, aunque el sabor a oxido se siente vivido en su boca.
—¿Estás bien? —pregunta Lían, quien acaba de llegar.
Durante esa media hora de ausencia, el joven había regresado exhausto y se había recostado. El sueño había sido extraño, sin sentido alguno. ¿Cómo podría contarle eso a él? Mantiene una expresión relajada y asiente.
—¡Qué bueno! Voy a preparar algo para que merendemos.
Una vez sentado y más tranquilo, el joven intenta mantener una conversación distendida.
—¿Te fue bien?
—Sí —responde Soichi brevemente, aunque su mente está en otro lugar. Después de un momento de reflexión, decide seguir adelante. Al final, necesita pedir un favor.
—Hoy fui a ver a mi abogado, tenía que arreglar unos asuntos —comenta, mientras escucha el ronroneo del gatito que se frota entre sus piernas. Su expresión se vuelve lamentable al mirarlo.
—En estos días tengo que irme a solucionar unas cosas. ¿Podrías...? —comienza Soichi, pero Lían lo detiene con una mirada seria.
—No tengo problema en cuidarlo.
Cabizbajo y con la voz tenue, el joven explica lo que ha estado pensando en el camino.
—Es solo cuidarlo por un tiempo. Creo que lo mejor es buscarle una familia. Lo que quiero decir es que puede llevar un tiempo...
La cara de Lían se vuelve azul.
¿Cómo va a entregar a la cosa esta? ¿Soichi es masoquista? ¡Vive pegado a la bola de pelos! ¡Hasta Raúl, que es fanático de los gatos, se conmovió! ¿Cuándo un adulto contrata una niñera para su mascota por unas horas?
La madre de Lían tiene seis gatos y comprende muy bien cómo piensan esas majestuosas criaturas peludas.
No hay alternativa, debe explicarle al joven para sentirse en paz.
—Con respecto a lo anterior... creo que la pequeña bestia te quiere mucho, no deberías pensar en buscarle otra casa.
Era cierto y de público conocimiento que no se llevaban bien. Pero en el fondo él entendía al bollito peludo. En su posición también habría marcado territorio. Mira por un momento a su eterno rival.
—Tenés que pensar que ahora su familia sos vos. Incluso, si piensa que lo abandonaste, podría deprimirse. Yo lo cuido por vos, no te preocupes.
El corazón de Soichi da un vuelco y se estrella.
«¿Se deprimiría el gatito? Entonces...», en este momento se siente peor que antes. Ya no tiene cara, se ha convertido en una ameba lúgubre.
Pero el hombre es rápido, antes de que el otro se disuelva por no haber notado su error, chasquea los dedos y saca de la nebulosa al joven arrepentido.
—Antes de que me olvide, mira, son dos cosas. Primero, me llamo Javier. Querían venir mañana con las chicas a saludarte por tu cumpleaños —dice Lían, al ver el ceño fruncido del joven, habla con desánimo—. Igual, si no queres, está bien... pero creo que es una buena idea, sobre todo si te vas unos días. Y prometo cocinar y encargarme de todo.
Soichi no quiere. Aun así, acepta. Nunca ha tenido una fiesta de cumpleaños con amigos, conocidos o familia. Puede intentarlo y saber cómo se siente.
—Está bien. Y lo otro, ¿qué es?
El hombre emocionado deja su café, y cuando vuelve minutos después, trae consigo una bolsa y se la entrega con una sonrisa de oreja a oreja.
—Espero que te guste, yo no soy de leer —dice mientras acerca y le da unos toquecitos en la cabeza con ternura—. Feliz cumpleaños Soichi, que tus deseos se cumplan.
Día 8.
Jueves 11 de mayo.
19:45 hs.
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En esta novela, Soichi está simbolizado como un lirio blanco, tanto física como espiritualmente. Según el lenguaje de las flores, los lirios blancos hacen referencia al amor y la confianza, así como a la pureza, la inocencia y la belleza.
Por supuesto, existen otros significados.
Uno de ellos es la tristeza.
En Japón, los lirios blancos se consideran sagrados debido a su significado profundo y se utilizan para honrar a los difuntos. En esta cultura, el color blanco está asociado con el luto y con conceptos como la pureza y el recuerdo.
En la mitología griega, se relacionaba el lirio blanco con Hefesto, dios del fuego, quien creó la flor después de que su esposa, Afrodita, le robara sus llaves. Esta historia simbolizaba su dolorosa separación.
En el próximo capítulo, será la última vez que hable, para mantener un silencio sepulcral.
Abrazo a la distancia.