"Si la violencia es lo que cuenta, entonces no tengo fuerzas para vivir en un mundo así." Jeremy irons
—¡Maldita sea! ¿Has visto eso, Smith? ¡Están llegando en masa desde el puente!
Mi voz apenas se escuchaba entre el ruido de alrededor.
—¡Sí, lo veo! ¡Prepárate, van a estar sobre nosotros en cuestión de minutos! —Me respondió el soldado.
El sonido de sirenas y disparos en la distancia hacía difícil que nos escucháramos con facilidad.
—¡Rápido, alerta a la base! Necesitamos refuerzos aquí, ¡y rápido!
Quise imprimirle urgencia a la orden, pero las cosas parecían ir demasiado lentas.
―Estoy en ello! ¡Voy a encender la señal de emergencia!
El soldado Smith se esforzaba para seguir mis órdenes, pero estábamos imposibilitados. Mantener el ataque a raya parecía una tarea imposible.
Me habían desplegado en el norte del país — en Nueva York para ser exactos — el 13 de diciembre del 2022. Cuando llegó mi unidad todo estaba tranquilo, nuestra única tarea era ayudar a la policía local a patrullar algunas calles de la ciudad.
Tanta era la calma que nos tomamos fotos con los residentes locales, y así se mantuvo por unos días hasta que en Internet mostraron lo que estaba pasando en Nueva Jersey.
En un inusual brote de violencia desalmada ¡Las personas se estaban comiendo entre ellas!
Los primeros casos de una extraña epidemia, empezaron en alguna parte de China, aunque otras fuentes hablaban que fue en Rusia donde se originó.
Inicialmente, se tomó por una gripe similar al COVID—19, quizás era otra pandemia china que con el tiempo desaparecería. Pero ¡estaban tan equivocados!
― ¡Dios mío, están en todas partes! ¡Tenemos que mantenernos firmes, Smith! ¡No podemos dejar que rompan nuestras defensas!
Yo gritaba tratando de mantener la moral del equipo, pero dudaba de poder lograrlo. Sin embargo, Smith no era de los que se rendían. Él quería luchar, y yo no me podía quedar atrás. La multitud que nos atacaba se acumulaba en un flanco. Smith disparaba en dirección a ellos, mientras escuchaba mis gritos.
—¡Están llegando más rápido de lo que podemos contenerlos! ¡Necesitamos un plan, ahora! —Me respondió entre ráfagas.
—¡Vamos a usar los lanzacohetes! —Le grité mientras avanzaba, para tomar el arma —¡Dispara hacia la multitud y trata de frenar su avance!
—¡Entendido! ¡Voy a disparar!
Smith se movía rápidamente. Cargó el equipo, y apuntó hacia la multitud violenta. El ruido de las explosiones se mezcló con el rugido de la turba.
—¡Bien hecho, Smith! —Grité con regocijo—¡Eso los detuvo por un momento! ¡Ahora vamos a reforzar las barricadas!
—¡Sí, vamos allá! —Respondió el soldado —¡Rápido, antes de que sea demasiado tarde!
Corrimos hacia las barricadas perseguidos por los sonidos de disparos y oyendo aún el rugido de los gritos en el fondo. No podía dejar de pensar en lo increíble que parecía todo aquello.
Apenas pocos días antes, la comunidad científica de varios países había anunciado una cura para esta pandemia, que ellos calificaban en los noticieros como otra pequeña gripe al igual que el COVID. Pero ahora, la Guardia Nacional les disparaba a hordas de infectados que se abalanzaban violentos contra ellos, para destruirlos.
Unos meses antes, el 12 de enero del 2022 tomé unas vacaciones para visitar a mis familiares después del tour rutinario en Polonia. Las personas se encerraban en sus casas con grandes provisiones de comida mientras se sentaban a ver las noticias, mi familia no era la excepción.
En esos días, todos los medios hablaban de algún tipo de violencia colectiva en algún lugar de Asía. Se podía ver cómo oficiales de policía intentaban detener turbas de personas.
No pasó mucho tiempo para que Internet se llenara de teorías conspirativas sobre la gripe, que convertía a las personas en seres violentos y atrevidos.
Al principio muchos políticos de este país eran escépticos sobre esos supuestos vídeos donde se podía apreciar la violencia de las personas infectadas. Pero después de multiplicarse este tipo de contenido en la red, fue imposible negarlo.
A diferencia de otros países, Estados Unidos demoró en cerrar sus fronteras. Siendo el último en hacerlo, demostró sus valores solidarios, pero pagó un alto precio.
Empezaron a aparecer casos de infectados violentos por todo el país. La Guardia Nacional fue desplegada por todo Estados Unidos para contener el virus de alguna forma.
Nueva Jersey fue el primer estado en caer, después le siguió Texas. Se estimaba que en ese entonces había alrededor de 1 millón de infectados por todo el territorio, esparciéndose hacia todas las zonas del país.
Esto fue lo que causó la llamada "Masacre de los corazones fríos"; una campaña militar que consistía en bombardear ciudades altamente infectadas, para realizar ataques a gran escala militar.
Los primeros infectados que vi, vinieron en hordas, todos intentando pasar por el puente de Manhattan. Pensamos que estábamos preparados, teníamos barricadas y trincheras, las casas cercanas estaban aseguradas, los vehículos y el armamento de tierra estaban preparados.
Recuerdo que estaba en la casa de mis padres cuando recibí la llamada de uno de mis sargentos, él me dijo que habíamos recibido órdenes de despliegue.
Esos malditos oficiales nos habían dicho que la artillería acabaría con la mayoría, que era probable que ni tuviéramos que enfrentarnos a ellos, lo que no habíamos pensado era que la munición de la artillería sería insuficiente para detener el avance.
Llegaron en fuertes oleadas, no podíamos contenerlos; y por primera vez escuchamos los gritos a nuestro alrededor. Periodistas que estaban presentes, y los mismos soldados, aullaban de terror al ver la carnicería humana frente a ellos. Fue una pesadilla.
Aquel sueño surrealista era ahora la realidad que enfrentábamos. Mientras corría me di cuenta que la turba sedienta de sangre, venía en nuestra dirección.
—¡Apúrate, Smith! ¡Vamos, vamos! ¡Vienen hacia acá
—¡Estoy tratando —Me respondía el valiente soldado —¡pero están muy cerca!
Y entonces los vi. Se movían rápidamente. Los rostros de los infectados reflejaban un horror indescriptible. Sus ojos, una vez humanos, ahora brillaban con una intensidad enfermiza a medida que se abalanzaban hacia nosotros.
—¡Smith, cuidado!
El soldado se detuvo a disparar, mientras yo le gritaba que se diera prisa. Escuché el sonido de un disparo seguido de un grito de dolor.
—¡Ahh! ¡Me han alcanzado, me han alcanzado!
—¡No te detengas, sigue corriendo! ¡Te cubriré!
Disparé mi arma en dirección a donde estaban, mientras seguía corriendo. No podía ver a Smith. Me desvié tratando de burlar la persecución, pero algunos de ellos me persiguieron con ferocidad, sin detenerse ante los disparos.
Sus mandíbulas colgaban desencajadas, manchadas de sangre seca. Algunos tenían fragmentos de piel desgarrada y colgando, sus dientes rotos se veían afilados como cuchillas.
La expresión en sus rostros era una mezcla de furia animal y hambre voraz, sin rastro alguno de humanidad o comprensión. Cada uno de ellos era una visión grotesca de lo que alguna vez fueron. Aparecían ahora consumidos por una sed insaciable de hacer daño.
Corrí hacia la barricada, esquivando a los veloces corredores que se abalanzaban sobre mí. Logré saltar la barricada justo a tiempo, y mis perseguidores solo se detuvieron al estrellarse contra los amasijos de hierro que rodeaban el lugar.
—¡Smith! —Comencé a gritar a mi compañero, mientras me revisaba buscando heridas. ¡Por poco me había salvado! Pero no podía dejarlo allí.
Mi amigo aún disparaba su arma, y dirigí mi atención hacia el sitio de los disparos, y entonces percibí que no podría escapar.
Los violentos infectados cayeron con ímpetu encima de él. No pudo derribarlos a todos con sus proyectiles. Y mientras cesaban los disparos, vi cómo desgarraban el cuerpo de mi compañero.
No esperé a ver más, y corrí con desespero. Quería salir de allí lo más rápido posible. Abandoné el puente corriendo hacia el silencio, sin dirección clara de hacia dónde podía ir.
Apenas pude escapar. Después de ese día, el mundo se fue a la mierda.
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