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La transformación de Kaizen dejó su huella en el campo de batalla, principalmente debido a la intensa aura de poder del hombre recién evolucionado.
Partículas doradas, remanentes del proceso evolutivo, flotaban en el aire como constelaciones fugaces entre las cenizas y la nieve que caía, creando un espectáculo que capturaba la atención de todos.
Su cuerpo, más que nunca, parecía estar envuelto por una luz interior, una aura pulsante que todos podían sentir. Los ojos de Kaizen, una vez expresivos, ahora irradiaban una calma anormal. Sus iris, una vez ordinarios, brillaban como pozos de pura energía, reflejando la esencia fundamental de su nuevo ser.
Cephal miraba a Kaizen con asombro y respeto. Murmuró algo durante unos segundos, pero la atención de todos estaba completamente capturada por Kaizen.