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Pedro, el anciano mercader del pueblo y padre de Astru, llegó a la taberna local después de unos minutos. Él era un poco gordito, tenía una barba voluminosa y el pelo gris bastante largo. Pedro tenía una expresión triste en su rostro, lo que indicaba que ya le habían contado lo que le pasó a su hijo.
De inmediato, Kaizen se levantó para saludar a Pedro, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que necesitaba contar su perspectiva de lo que le ocurrió a Astru, aunque fuera doloroso.
—Señor Pedro, lamento su pérdida. Fui yo quien encontró a su hijo en las montañas. Estaba intentando atravesar la tormenta de nieve, pero desafortunadamente los caballos se asustaron por un oso y huyeron, y luego Astru fue atacado por un lobo blanco mientras esperaba a que pasara la tormenta. Llegué demasiado tarde para salvarlo —dijo Kaizen, con la voz cargada de dolor.