Cuando Kaizen vio a Grognar golpearse a sí mismo, se echó hacia atrás unos pies, respirando pesadamente. Estaba esforzándose demasiado. Además, su cuerpo estaba herido y cansado, pero su determinación seguía siendo inquebrantable.
Grognar soltó un rugido de dolor, pero antes de que pudiera recuperarse, Kaizen aprovechó la brecha y avanzó con una estocada final. Canalizó sus poderes psíquicos, concentrando energía en sus manos y en su espada. Con un movimiento rápido y suave, Kaizen asestó golpes contundentes a las zonas más vulnerables de Grognar. Su espada resplandeciente cortó la piel de hielo del gigante más veces de las que podía contar, causando profundas y sangrientas heridas. El impacto de los golpes fue tan intenso que el propio suelo tembló bajo la fuerza del combate.