Después de encontrar una posada, con uno de los nombres más caprichosos que la mayoría de ellos había visto jamás, se registraron para obtener habitaciones, casi reservando todo el lugar para su grupo. La propietaria de la Posada del Espíritu Acogedor era una mujer Elfa mayor, con rasgos faciales cansados, pero ojos tan agudos como navajas.
No pestañeó al alojar a los dos Elfos de Ceniza, lo que provocó que Astaroth alzara una ceja, quien habría pensado que cuanto más viejos fueran los Elfos, más racistas serían. Pero la mujer no se inmutó.
—He visto a los de tu tipo antes. Detrás de barras y no. Tu piel más oscura y tu cabello más llamativo no te hacen menos Elfo a mis ojos —fue la respuesta que le dio a su mirada inquisitiva.
Astaroth se sintió algo aliviado de ser tratado de manera justa, especialmente por la mujer que administraría sus habitaciones durante la duración de su estancia. Se sintió como si pudiera descansar más fácilmente, ahora que sabía esto.