Frente a los gemelos se erguía un gigante de un Demonio, de casi 220cm de altura y con más músculos que el oso negro promedio. Tenía un rostro bastante amigable si ignorabas las cicatrices y los cuernos bifurcados que parecían trasplantados de algún tipo de alce, y llevaba puesto un simple manto verde.
La sensación de poder que irradiaba era definitivamente demoníaca, en el extremo superior del Rango Dos, y tenía un trineo lleno de mercancías bajo un paño detrás de él.
—Debes ser el que conocen como el Demonio de la Nieve. Me alertaron de alguien que pronunciaba mi nombre, y eso me trajo aquí —lo saludó el Demonio.
—Sí, ese soy yo. Mi nombre es Wolfe, pero los ejércitos humanos me llaman el Demonio de la Nieve.
—Mi nombre es Davos, o eso me dicen. Sobreviví a la pérdida de mi Bruja, y ahora deambulo por las montañas, manteniendo la paz entre los clanes de monstruos y los perdidos —explicó el Demonio.