—Estas damas son mis prometidas. Bueno, algunas de ellas lo son, al menos hasta que hable con los padres de las demás, pero está garantizado que aceptarán. No recurro al chantaje ni al soborno para obtener el afecto de una mujer —declaró Archer, acercándose a Aisha, quien lo miraba con cautela.
Manteniendo su distancia, continuó hablando con una sonrisa:
—No hay placer en forzar a una mujer a acostarse. Es emocionante cuando ella te desea y se entrega voluntariamente, como es el caso de las mías. A pesar de mi juventud, no soy ni tonto ni un pícaro sino un guapo dragón que ama a las mujeres.
La confusión se dibujó en el rostro de Aisha mientras absorbía sus palabras. Reconociendo su desconcierto, Archer explicó: