Aiden descartó esos pensamientos al reabrir los ojos.
«¿Qué debería mostrarles?», pensó Aiden, sin estar seguro de cuál sería el mejor movimiento para comenzar.
Después de unos segundos, pareció que había descubierto lo que quería hacer mientras empezaba a mover su daga de cierta manera.
—Bien, les mostraré cómo cortar, o rajar el cuello de alguien si así lo prefieren —dijo Aiden con una voz muy calmada.
Garestsa sintió escalofríos recorrer su espina dorsal al oír a alguien hablar de la muerte tan fácilmente.
«¿Por qué habrá pasado para hablar de esas cosas sin la más mínima vacilación?».
David también se sorprendió de lo frío y racional que era Aiden.
Nunca se perturbaba, siempre se concentraba en la tarea que tenía delante con gran atención. Era la primera vez que David notaba un deseo tan fuerte de fortalecerse en un estudiante de la academia.