Cuando Aiden cerró sus ojos y los abrió de nuevo, todo su ser parecía haber cambiado, ya que estaba mucho más oscuro que antes.
—S-suéltame —murmuró Lucio mientras sentía que sus brazos estaban siendo literalmente aplastados.
Sin embargo, Aiden ni siquiera parpadeó al escuchar esto, simplemente sonriendo mientras miraba a los ojos de Lucio y continuaba ejerciendo presión en ambos brazos.
—Repite lo que acabas de decir, ¿vas a quitarme ese nombre? —pronunció Aiden una vez más.
Si alguien lo viera ahora mismo se aterrorizaría, porque sus ojos, su cuerpo, su aura, todo acerca de Aiden era increíblemente aterrador como si alguien se hubiera apoderado de su cuerpo.
Se había cambiado tanto en cuestión de segundos que no tenía ningún sentido.
—¿Quién eres tú? —preguntó Lucio una vez más.
Aiden solo sonrió ya que dio la misma respuesta que antes.
—Ya te lo dije, soy el Segador.