—Ha pasado mucho tiempo desde que te vi —Jonathan calmó sus emociones y entró en la habitación.
Mientras Zebulon empezaba a hablar, Jonathan notó que su voz era ronca, casi un susurro. Parecía incapaz de sostenerse completamente, apoyándose a medias en la cama.
Cuanto más se acercaba, más fuertes se volvían los olores a medicina y sangre. Zebulon todavía estaba con suero intravenoso, la bolsa ya medio vacía; necesitaba varias bolsas de líquidos al día. Su brazo expuesto tenía una aguja de catéter.
—Para mí también ha sido una eternidad, John. Mi tío me dijo hace unos días que vendrías. He estado esperando —Zebulon miró a Jonathan, viendo su expresión silenciosa, y dijo suavemente:
— No llores ahora. Estoy bien, todavía recuperándome.
Jonathan sacudió la cabeza.
—Es cierto, nunca te he visto llorar desde la infancia hasta ahora; siempre has sido más fuerte que yo —Zebulon sonrió débilmente—. ¿Cómo has estado? Recuerdo que entraste a la universidad aquí.